lunes, mayo 29, 2006

Ando perdida


No sé si ando perdida, si estoy bloqueada, o si me he tropezado con un muro. O si las tres cosas juntas. O viceversa.
Os dejo, queridísimos amig@s, durante una temporada, no sé si será corta o si será larga, pero no me estoy despidiendo, no, eso no. No me atrevo. Os quiero. No estaré lejos. Sólo necesito aclararme algunas cosas y decidir por qué esquina seguir caminando. De momento tengo un muro delante, aunque el cielo asoma por arriba y también hay una calle que dobla a la derecha. Pero no sé qué me encontraré al doblar la calle. Un millón de besos.

viernes, mayo 26, 2006

Lucidez

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Cuando duermo muchos sueños, salgo a la calle, con los ojos abiertos, todavía con su rastro y su seguridad. Y me pasmo en mi automatismo con el modo en que los otros me desconocen. Porque atravieso la vida cotidiana sin soltar la mano del ama astral, y mis pasos en la calle se suceden acompasados y acordes con oscuros designios de la imaginación de dormir. Y por la calle voy seguro; no me tambaleo; respondo bien; existo.
Pero cuando se produce una interrupción, y no tengo que vigilar el curso de la marcha, para evitar vehículos o no estorbar a peatones, cuando no tengo que hablarle a alguien, ni me incomoda la entrada de una puerta próxima, me sumerjo de nuevo en las aguas del sueño, como un barco de papel doblado en picos, y de nuevo regreso a la ilusión agónica que me calentó la vaga conciencia de la mañana naciendo entre el ruido de los carros de hortalizas.
Y es entonces, en plena vida, cuando el sueño tiene grandes películas. Desciendo por una calle irreal de la Baixa y la realidad de las vidas que no son me ata, con cariño, la cabeza con un trapo blanco de reminiscencias falsas. Soy navegante por un desconocimiento de mí mismo. Lo vencí todo allí donde no estuve nunca. Y es una brisa nueva esta soñolencia con la que puedo andar, curvado hacia delante en una marcha hacia lo imposible.
Cada uno tiene su alcohol. Yo tengo alcohol bastante con existir. Borracho de sentirme, voy errante y seguro. Si es la hora, acudo a la oficina como otro cualquiera. Si no es la hora todavía, voy hasta el río a observar el río, como cualquier otro. Soy igual. Y por detrás de todo eso, cielo mío, me constelo a escondidas y tengo mi infinito.
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Fernando Pessoa / Libro del desasosiego.

jueves, mayo 25, 2006

La orgía perpetua


"La única forma de soportar la existencia es aturdirse en la literatura como en una orgía perpetua."

Gustave Flaubert, dixit.

lunes, mayo 22, 2006

sábado, mayo 20, 2006

Inaudita declaración de amor



… -¡Oh! El amor no es nada si no es la locura, una cosa insensata, prohibida y una aventura en el mal. Si no es así es una banalidad agradable, buena para servir de tema a cancioncitas tranquilas en las llanuras.
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…-Oh, el amor, ¿sabes…? El cuerpo, el amor, la muerte, esas tres cosas no hacen más que una. Pues el cuerpo es la enfermedad y la voluptuosidad, y es el que hace la muerte; sí, son carnales ambos, el amor y la muerte, ¡y ése es su terror y su enorme sortilegio! Pero la muerte, ¿comprendes?, es, por una parte, una cosa de mala fama, impúdica, que hace enrojecer de vergüenza; y por otra parte es una potencia muy solemne y majestuosa (mucho más alta que la vida risueña que gana dinero y se llena la panza; mucho más venerable que el progreso que fanfarronea por los tiempos) porque es la historia y la nobleza, la piedad y lo eterno, lo sagrado, que hace que nos quitemos el sombrero y marchemos sobre la punta de los pies… De la misma manera, el cuerpo también, y el amor del cuerpo, son un asunto indecente y desagradable, y el cuerpo enrojece y palidece en la superficie por espasmo y vergüenza de sí mismo. ¡Pero también es una gran gloria adorable, imagen milagrosa de la vida orgánica, santa maravilla de la forma y la belleza, y el amor por él, por el cuerpo humano, es también un interés extremadamente humanitario y una potencia más educadora que toda la pedagogía del mundo…! ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone ni de pintura al óleo, ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril de la vida y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo oscuro entre los muslos! Mira los omoplatos cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y de los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y cómo la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas. ¡Oh, las dulces regiones de la juntura interior del codo y del tobillo, con su abundancia de delicadezas orgánicas bajo sus almohadillas de carne! ¡Qué fiesta más inmensa al acariciar esos lugares deliciosos del cuerpo humano! ¡Fiesta para morir luego sin un solo lamento! ¡Sí, Dios mío, déjame sentir el olor de la piel de tu rótula, bajo la cual la ingeniosa cápsula articular segrega su aceite resbaladizo! ¡Déjame tocar devotamente con mi boca la Arteria femoralis que late en el fondo del muslo y que se divide, más abajo, en las dos arterias de la tibia! ¡Déjame sentir la exhalación de tus poros y palpar tu vello, imagen humana de agua y de albúmina, destinada a la anatomía de la tumba, y déjame morir con mis labios pegados a los tuyos!
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Thomas Mann / La montaña mágica.

miércoles, mayo 17, 2006

Un partido, una batalla

Aprovecho que, creo, hay partidos de fútbol estos días por esas pantallas de luz y campos de cosa verde (es hierba de verdad?), para acordarme de este post que leí hace unos meses. Espero que os guste, y que a Mármara le parezca menos "de profundis" y más "relativizante", esto dicho con un pelín de ironía, al gusto.
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Besos, desde Roma
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Post original en: Esta no es mi vida.
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"El armamento de nuestros ejércitos aparece en todas sus variedades, porque un delantero fusila al portero, o suelta un cañonazo, o de su bota sale un obús, o lanza un chupinazo, o como Roberto Carlos en aquel Francia-Brasil, dirige a la portería "un misil inteligente" ... en cualquier caso, se dispara a puerta, se logra un tiro certero y se afina la puntería para el siguiente, el equipo plantea la táctica con dos extremos como dos puñales, y tal vez un hombre como punta de lanza, y antes del partido las espadas estarán en todo lo alto …y los equipos buscarán un jugador-ballesta (expresión más usada en los años cincuenta) o un medio centro que catapulte al equipo y una delantera agresiva. Y también un delantero con instinto asesino, que pueda ser el verdugo del máximo rival. Las figuras de los dos equipos en pugna mantendrán a su vez un duelo particular, que tal vez decida el enfrentamiento. (…)
El entrenador arenga a los jugadores como el general a los soldados, y además extiende su mando a través del capitán del equipo. Y cuando las tropas están cansadas, acude a los hombres de refresco que supongan un revulsivo.(…)El delantero centro es el ariete, tal vez logre dar dos letales zarpazos, intentará el pase de la muerte, necesita tener pegada, o al menos efectos intimidatorios, entrará en el área enemiga porque es un hombre rompedor … un artillero. (…)
El resultado campeará en el marcador, el ataque pondrá cerco a la portería contraria, el equipo de casa juega en su feudo, se ha armado bien en defensa … Y a veces se sale de un partido con varias bajas gracias a la benevolencia del juez de la contienda para con el juego agresivo del equipo rival. Además, el jugador milita en un equipo, se integra en sus filas … Y la batalla no sólo es terrestre, también se extiende a la guerra naval porque hay que taponar los agujeros, el equipo se puede ir a pique, o naufragar, y tal vez la defensa hace agua por el flanco derecho. El italianismo futbolístico "escuadra" viene a completar el panorama de la guerra.(…)
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Los locutores ponen énfasis en las palabras que denotan agresividad, violencia fonética, sílabas explosivas, las fricativas sonoras. Por eso las expresiones típicamente futbolísticas están llenas de erres, esas consonantes feroces que ya estudiamos en sus efectos poéticos y políticos: regate, rapidez, recorte, rechace, atrapa, irrumpe, aferra, penetra, se incrusta, barrera, travesaño, destruye, rompedor …
Es más comunicativo de fuerza y de furia decir "rápida carrera" que pronunciar "incursión veloz", y el comentarista evitará explicar que un delantero "llega al área" para expresar en su lugar que "rompe la retaguardia del rival".(...)
Los vocablos que forman parte de esa fascinación contribuyen a modificar la manera de percibir la realidad, pero también la manera de pensar. Si razonamos con esas palabras, razonamos de manera diferente a como lo haríamos con otras. Conocer este mecanismo y desentrañar sus trampas equivale a prevenir sus males. El hecho de que nos parezcan insospechados no hacen sino avalar la tesis.
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"La seducción de las palabras" ; Álex Grijelmo.

martes, mayo 16, 2006

La planta, el abismo, y el viento

A veces repito alguno de los post que ya están en el blog. Lo hago porque son esos textos que vienen muchas veces a mi recuerdo, que son tan intemporales que conviven diariamente conmigo. Y hoy es uno de estos días en que repetiría una y otra vez este texto, estas pocas palabras sacadas de una carta escrita por Flaubert a su amante Colet hace más de 150 años.
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(La Bouille) Domingo, once de la noche (29 de agosto de 1847)
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... ¿Has visto alguna vez, mientras paseabas por los acantilados, colgada de lo alto de una roca, una planta esbelta y retozona que derramaba sobre el abismo su cabellera ondulante? El viento la sacudía como para arrancarla, y ella se tendía en el aire como para marcharse con él. Una sola raíz imperceptible la clavaba a la piedra, mientras que todo su ser parecía dilatarse, irradiarse en derredor para volar a alta mar. ¿Y si un viento más fuerte se la lleva un día, qué será de ella? El sol la secará sobre la arena, la lluvia la pudrirá en jirones. Yo también estoy atado a un rincón de tierra, a un punto circunscrito en el mundo, y cuanto más atado me siento a él, más me vuelvo y revuelvo con furor hacia el sol y el aire. ...
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Gustave Flaubert / Cartas a Louise Colet.

lunes, mayo 15, 2006

¿No será ateo, Dios?

El poeta Juan Gelman escribe alzándose sobre sus propias ruinas, sobre su polvo y su basura.
Los militares argentinos, cuyas atrocidades hubieran provocado a Hitler un incurable complejo de inferioridad, le pegaron donde más duele. En 1976, le secuestraron a los hijos. Se los llevaron en lugar de él. A la hija, Nora, la torturaron y la soltaron. Al hijo, Marcelo, y a su compañera, que estaba embarazada, los asesinaron y los desaparecieron.
En lugar de él: se llevaron a los hijos porque él no estaba. ¿Cómo se hace para sobrevivir a una tragedia así? Digo: para sobrevivir sin que se te apague el alma. Muchas veces me lo he preguntado, en estos años. Muchas veces me he imaginado esa horrible sensación de vida usurpada, esa pesadilla del padre que siente que está robando al hijo el aire que respira, el padre que en medio de la noche despierta bañado en sudor: Yo no te maté, yo no te maté. Y me he preguntado: si Dios existe, ¿por qué pasa de largo? ¿No será ateo, Dios?

Eduardo Galeano / El libro de los abrazos.

jueves, mayo 11, 2006

Bosque

El bosque está encima del hombre. Puede ser espeso y con abundante vegetación baja; puede que sea difícil penetrar en él y, más aún, avanzar por él. Pero su densidad propiamente dicha, aquello que realmente lo constituye, su follaje, está arriba. Es el follaje de los distintos troncos, que se entrelaza y forma un techo continuo, es el follaje que retiene casi toda la luz y arroja la gran sombra colectiva del bosque.
El hombre, que erguido en un árbol, se alinea entre los otros árboles. Pero estos son mucho más altos que él, y debe alzar la vista hacia ellos. No hay otro fenómeno natural de su entorno que esté por encima de él de modo tan permanente y a la vez tan próximo y tan múltiple. Pues las nubes pasan, la lluvia se filtra y las estrellas están lejos. De todos estos fenómenos, que en su multiplicidad actúan desde arriba, ninguno posee la sempiterna proximidad del bosque. La altura de los árboles es accesible; la gente trepa por ellos y coge los frutos, incluso ha vivido allá arriba.
La dirección en la que el bosque atrae la mirada del hombre es la de su propia transformación: crece constantemente hacia lo alto. La igualdad de los troncos es aproximada, también ella constituye, en realidad, una igualdad de la dirección. Quien está en el bosque se siente cobijado; no se halla en la cima del mismo, donde el bosque sigue creciendo, ni tampoco en su lugar de mayor espesura. Justamente esta espesura es su protección, y la protección queda arriba. Por esto es por lo que el bosque se ha convertido en símbolo del recogimiento. Obliga al hombre a levantar la mirada, agradecido por la protección que le viene de arriba. Levantar la vista por tantos troncos pasó a convertirse en un mirar hacia arriba en general. El bosque anticipa el sentimiento de la iglesia, estar ante Dios entre columnas y pilares. Su expresión más regular y, por lo tanto, más perfecta es la cúpula de una catedral, con todos los troncos entrelazados en una suprema e inseparable unidad.
Otro aspecto no menos importante del bosque es su múltiple inmovilidad. Cada uno de los troncos ha echado raíces y no cede ante ninguna amenaza exterior. Su resistencia es absoluta, nunca abandona su puesto. Puede ser talado, pero no movido. Así se convirtió el bosque en símbolo del ejército: un ejército en formación, un ejército que no huye bajo ninguna circunstancia, que se dejará despedazar hasta el último hombre antes de ceder un solo palmo de terreno.

Elias Canetti / Masa y poder.
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(Dedicado a Luis Rivera. Y a su bosque)

miércoles, mayo 10, 2006

El lenguaje. Funciones del lenguaje

Individuo y lenguaje.

Pensemos primero en lo que el lenguaje representa para el individuo solo, para el ser humano, en sí mismo, antes de atender a lo que significa para ese mismo hombre en sus actos de relación con sus semejantes. Por tener el lenguaje misión primordialmente comunicativa, y servir de enlace entre persona y persona, solemos fijarnos únicamente en éste su valor social. ¿Pero no es, antes, algo más que eso? Imaginémosnos un niño chico, en un jardín. Hace muy poco que aprendió a andar; le llama la atención una rosa en lo alto de un tallo, llega delante de ella y, mirándola con los ojillos nuevos, que se le encienden de alegría, dice: "!Flor, flor!" Nada más que eso. ¿A quién se lo dice? Pronuncia una palabra sin mirar a nadie, como si estuviera solo con la flor misma. Se lo dice a la rosa. Y a sí mismo. El modular esa sílaba es para él, para su ternura, una gran hazaña. Y ese vocablo, ese leve sonido, flor, es en realidad un acto de reconocimiento, indicador de que el alma incipiente del infante ha aprendido a distinguir de entre las numerosas formas que el jardín le ofrece, una, la forma de la flor. Y desde entonces, cada vez que aperciba la dalia o el clavel, la rosa misma, repetirá con aire triunfal su clave recién adquirida. Significa mucho: "Os conozco, sé que sois flores" El niño asienta su conocer en esa palabra.
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Eduardo Alonso, Arcadio López Casanova / Lengua española. La expresión literaria. (Edit. Bello, 1974.)

martes, mayo 09, 2006

Al minuto

Después de haberlo solicitado durante meses, recibí de la dirección de la emisora el encargo de entretener a los radioyentes durante veinte minutos con un reportaje sobre mi especialidad, la crítica de libros. En el caso de que mi charla gustase, se había considerado repetirla regularmente. El jefe del departamento tuvo la amabilidad de advertirme que lo decisivo, además de la consistencia de las cuestiones tratadas, era el modo y manera de exponerlas. "Los principiantes –me dijo- cometen el error de creer que han de dar una conferencia ante un público más o menos numeroso aunque circunstancialmente invisible. Nada más equivocado. El radioyente es casi siempre uno solo, e incluso admitiendo que le escuchen varios miles, siempre serán varios miles de individuos; debe comportarse, por consiguiente, como si hablase para una sola persona, o para muchas personas solas, como más le guste. Nunca al conjunto. Eso por un lado. Pero todavía una cosa más: aténgase exactamente al reloj, porque si no lo hace lo haremos nosotros por usted, y desconectaremos sin mayores consideraciones. La experiencia nos enseña que cualquier retraso, hasta el más pequeño, tiende a multiplicarse a lo largo de la programación. Si no lo cortamos de inmediato, el programa se desajusta por completo. Por tanto no lo olvide: ¡exposición relajada! ¡Y no se exceda ni un minuto!".
Seguí estas instrucciones al pie de la letra, pues la emisión de mi primera charla significaba mucho para mí. El guión, con el que me presenté en la emisora a la hora prevista, lo había leído ya en voz alta y estaba escrupulosamente cronometrado. El locutor me dispensó un amable recibimiento y pude comprobar que había renunciado a controlar mi debut desde una cabina. Desde la presentación hasta la despedida era, pues, dueño y señor de mis actos.
Me encontraba por primera vez en una sala de emisión, donde todo estaba pensado para la mayor comodidad del locutor y para el relajado despliegue de sus facultades. Uno podía quedarse en pie junto al pupitre o bien sentarse en uno de los amplios sillones; podía elegir entre los diferentes focos de luz e incluso pasear arriba y abajo llevando consigo el micrófono. Además, un reloj de pared, cuya esfera no indicaba las horas sino los minutos, advertía de lo que valía un instante en aquella cámara insonorizada. Había que cortar cuando la manecilla marcase cuarenta.
Ya había leído más de la mitad del guión, cuando eché una ojeada al reloj en el que el segundero recorría igual trayecto que el minutero pero a una velocidad sesenta veces mayor. ¿Habría cometido un descuido en casa? ¿Me habría equivocado en el tempo? Lo que estaba muy claro es que había consumido ya dos tercios de mi tiempo. Entretanto, desgranaba palabra tras palabra en tono amable, buscando una salida con enfebrecida calma. Solo saldría adelante con una fría resolución. Tenía que sacrificar párrafos enteros e improvisar consideraciones que llevasen al final. La decisión de salirme del texto no estaba exenta de peligros, pero no quedaba otra elección. Reuní todas mis energías y salté varias páginas del manuscrito mientras culminaba un largo párrafo y al fin aterricé felizmente, como un piloto en el aeródromo, en las conclusiones finales.
Con un suspiro de alivio recogí mis papeles y rutilantemente satisfecho de la hazaña que acababa de realizar me aparté del pupitre para recoger tranquilamente el abrigo. Era entonces cuando tenía que hacer su entrada la voz del locutor, pero se retrasaba. Me dirigí a la puerta al tiempo que miraba el reloj. ¡El minutero marcaba treinta y seis! ¡Faltaban aún cuatro minutos para los cuarenta! ¡Lo que había visto antes de pasada tenía que ser el segundero! Empecé a comprender el retraso del locutor. En aquel preciso instante, una especie de sosiego, todavía gratificador, me envolvía en sus redes. En aquella cámara regulada por la técnica y, a través de ella, por las personas que la dominan, sentí un novedoso escalofrío que, sin embargo, se asemejaba a los más antiguos de que tenemos conciencia. Presté atención a mis oídos, que momentáneamente no percibían sino mi propio silencio. Creí que era el de la muerte, que me arrebataba en miles de oídos y en miles de recintos. Entonces se apoderó de mí un miedo indescriptible, e inmediatamente después, una súbita decisión.
"Hay que salvar lo que pueda salvarse", me dije arrancando el manuscrito del bolsillo del abrigo. Cogí las hojas que primero me vinieron a las manos y empecé a leer con una voz que pretendía acallar los latidos de mi corazón. Ya no podía permitirme ocurrencia alguna, y como el trozo de texto que había atrapado fuese corto, arrastré las sílabas, alargué las vocales, dejé rodar las erres e introduje pausas reflexivas. Llegué nuevamente al final; pero esta vez al final verdadero, y apareció el presentador, que me despidió tan amablemente como me había recibido, aunque mi intranquilidad persistía.
Cuando, al día siguiente, encontré a un amigo que yo sabía a ciencia cierta que me había escuchado, le pregunté, como de pasada, por su impresión. "Estuvo muy bien –me contestó-; lo que falla como siempre es el aparato de radio. El mío se quedó un minuto absolutamente en blanco".

Walter Benjamin / Al minuto.

domingo, mayo 07, 2006

Receta para mejorar

Repetir a menudo estas tres frases:
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1) LA FELICIDAD NO EXISTE
2) EL AMOR ES IMPOSIBLE
3) NADA ES GRAVE
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En serio, puede parecer una estupidez, pero esta receta quizás me haya salvado la vida cuando estaba tocando fondo. Probadla en vuestra próxima depresión. Os la recomiendo.
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Asimismo, aquí tenéis una lista de canciones tristes para superar el bache:
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April come she will de Simon y Garfunkel (20 veces),
Trouble de Cat Stevens (10 veces),
Something in the way she moves de James Taylor (10 veces),
Et si tu n’existais pas de Joe Bassin (5 veces),
Syxty years on seguida de Border Song de Elton John (40 veces),
Everybody hurts de REM (5 veces),
Quelques mots d’amour de Michel Berger (40 veces pero no presumáis demasiado de ello),
Memory Motel de los Rolling Stones (8 veces y media),
Living without you de Randy Newman (100 veces),
Carolina No de los Beach Boys (600 veces),
La sonata a Kreutzer de Ludwig van Beethoven (6.000 veces)
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Una buena idea para un disco recopilatorio: ya tengo el eslogan:
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“El megamix depresivo,
una selección para verlo todo negro”
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Frederic Beigbeder / El amor dura tres años.

sábado, mayo 06, 2006

jueves, mayo 04, 2006

Bacon

Man dog
Francis Bacon

lunes, mayo 01, 2006

Bacon

Estudio de cuerpo humano
Francis Bacon