lunes, octubre 31, 2005

Felicidad

... A pesar de sus treinta años, Berta Young tenía momentos como éste de ahora, en los que hubiera deseado correr en vez de andar; deslizarse por los suelos relucientes de su casa, marcando pasos de danza; rodar un aro; tirar alguna cosa al aire para volverla a coger, o quedarse quieta y reír... simplemente por nada.
¿Qué puede hacer uno si, aún contando treinta años, al volver la esquina de su calle le domina de repente una sensación de felicidad..., de felicidad plena..., como si de repente se hubiese tragado un trozo brillante del sol crepuscular y éste le abrasara el pecho, lanzando una lluvia de chispas por todo su cuerpo?
¿Es que no puede haber una forma de manifestarlo sin parecer “beodo o trastornado? La civilización es una estupidez. ¿Para qué se nos ha dado un cuerpo, si hemos de mantenerlo encerrado en un estuche como si fuera algún valioso Stradivarius? ...

Katherine Mansfield / Felicidad.

sábado, octubre 29, 2005

Exvoto

Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa. Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda. Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamás -empavesadas como fragatas- van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes, se enciendan y se apaguen como luciérnagas. Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que pasan por la vereda.
Oliverio Girondo / Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.

miércoles, octubre 26, 2005

¿Y qué demonios es el humor?

¿Y qué demonios es el humor?, se preguntaba, con la mejor de las paradojas fraseológicas, el mismísimo Dios desde una viñeta de Máximo (El País, 27-5-1990). Quizá “ni Dios lo sabe”, pero seguramente casi todos intuimos cómo se manifiesta y hasta nos atrevemos a dar una respuesta -humana- que nos parece buena por aproximación: el divino Dios todopoderoso tiene sentido del humor, y lo muestra revelándonos su ignorancia y apelando precisamente a su más peligroso enemigo, ese que quiere ser como él y anda tentando, fastidiando y engañando a todo el mundo. Los diccionarios lo dirían (lo dicen) de otra manera, sin duda, pero así es seguramente como mejor lo entendemos los limitados seres humanos: con ejemplos. No lo hemos detectado, el sentido del humor, en los animales -quizá porque aún no los comprendemos lo suficiente-, y eso nos hace sentirnos superiores: los únicos seres inteligentes y conscientes además de serlo de toda la creación. Para nosotros, la curiosidad intelectual, el deseo de comprender se derivan, si creemos a Arthur Koestler, de una necesidad tan básica como el hambre o el sexo: el impulso exploratorio. Y el sentido del humor -ese sentido (común) que todos tenemos, más o menos desarrollado, por el cual somos capaces de relativizar las cosas (o al menos ciertas cosas) y “distanciarnos” de ellas- es, sin duda, integrante esencial (o quizá resultado) de nuestro deseo de comprender y conocer, de nuestro impulso exploratorio. Instalados (inevitablemente) en el flujo incesante de la vida, en las rutinas estereotipadas del pensamiento y de la acción, nos servimos del humor -y del arte- como instrumento/s que nos permite/n acceder a experiencias y conocimientos que de otra manera no alcanzaríamos, revelar realidades (o aspectos de la realidad) que de otro modo no percibiríamos. Así, por ejemplo, quienquiera que definió “matrimonio” como ‘Dícese de la principal causa de divorcio’ no hizo sino incluir en el molde de la definición un rasgo no usual y aparentemente irrelevante en ella, desplazar hacia él su atención y la del destinatario e iluminar un aspecto antes ignorado, aspecto que nos revela de forma inesperada una-otra verdad. El sentido del humor actúa, así, como una particular disposición de ánimo o, más sencillamente, como una actitud peculiar ante la vida, ésa que hizo exclamar al dramaturgo Pedro Muñoz Seca -cargado de razón, sin duda- en su fusilamiento: ¡Podréis quitarme todo, menos el miedo...!
Este peculiar “sentido”, que seguramente es -como capacidad humana- universal, se experimenta como una vivencia personal e intransferible y puede, como la sensibilidad artística, mejorar con un buen entrenamiento. Nos permite además disfrutar en un grado mayor o menor, según lo desarrollado que lo tengamos, de esa “relativización” propia o ajena. Y de él depende en gran medida nuestra reacción ante los estímulos externos y ante las personas. Gracias a él, todos somos -o podemos ser- unas veces creadores, otras simples usuarios o “disfrutadores” de humor. El chaval que, preguntado en su examen de Física sobre el principio de Arquímedes, dio esta ejemplar respuesta: Arquímedes se metió en la bañera, salió y vio que era un principio, se conformaba seguramente con no dejar en blanco esa parte de la prueba y en absoluto pretendía resultar cómico, lo cual no resta un ápice a nuestro derecho a percibir (y disfrutar) en la simpleza de su respuesta aspectos convencionalmente excluidos de la información-examen: la gran inocencia del muchacho, la grandeza de la pequeña cotidianidad en los descubrimientos científicos, la poca adecuación al contexto en que todo esto aparece. Se ha dicho muchas veces, con razón, que el humor no resulta necesariamente en comicidad, en risa o sonrisa. Y es que una vez activado el sentido del humor “creativo”, éste puede aparecer, en función de la actitud comunicativa adoptada, con muy diversas expresiones y finalidades. Así, podemos hablar de un humor positivo, incluso optimista, que resulta de una buena disposición de ánimo (ante las cosas, para con los demás), como el que muestra el joven conquistador cuando le pregunta a la chica de sus deseos: ¿Crees en el amor a primera vista, o tengo que volver a pasar delante de ti?; o el que -quizá sin proponérselo- manifiesta el marido ante las quejas de su esposa: -Manolo, que parece que quieres al perro más que a mí... -Que no, tonta, que os quiero igual... Podemos hablar de un humor sin alegría interior, negativo, pesimista, “crítico”, que puede ser mordaz (‘que ataca moralmente con aguda o ingeniosa malignidad’, define el Diccionario del español actual), como el que aparece en la letra de este pasodoble carnavalesco: Vivir, busca la forma de vivir / tan libre como el gorrión. / Luchar, nunca te canses de luchar / por tu proyecto, tu ilusión. / Seguir, aunque las cartas de la vida / te vengan un poco malas. / El mundo es de los valientes, / de los cobardes no se ha escrito nada. / Lánzate a todo y emigra si es necesario. / Yo haría lo mismo si no fuera que... / soy funcionario (Los Sibaritas, chirigota callejera, Cádiz 2003); irónico, sarcástico, grotesco, desconsiderado, despiadado, cruel..., agresivo, en suma, para el otro, al que convierte, en alguna medida, en “víctima”. Y podemos hablar de un humor lúdico, seguramente intrascendente, que procura por sí mismo, con su sola presencia, el goce gratuito de quienes lo utilizan o disfrutan; en su mayor parte, los chistes que llenan nuestra vida pertenecen a esta categoría: Van un padre y un hijo por la calle, y el niño... ve un charco, se mira y... se ve reflejado... Y dice: -¡Papá, hay un niño en el charco! Y el padre va, y mira, y dice: -Pero hombre, pero si tendrá mi edad...

Ana María Vigara Tauste / El humor y su(s) sentido(s) en el acto de la comunicación .

lunes, octubre 24, 2005

domingo, octubre 23, 2005

¿Hablábamos de espejos?


1. Como un frontón: toda la realidad exterior rebota sobre la materia pulida o azogada, sobre esa superficie enigmática donde reside, en puridad, la naturaleza misma de todos los espejos. Imán de imágenes o de realidades ajenas. El espejo las atrae y luego las expulsa al universo exterior, al lugar de la mirada. El espejo no quiere las cosas, no se las queda para sí. No es simpático, ni amable, ni acaparador: es un ente ‘repelente’. A pesar de todas las apariencias, no es penetrable sino duro y frío. Por eso era tan fantástica la Alicia de Lewis Carroll y tan quimérico el viaje de La sangre de un poeta, de Jean Cocteau. El más allá del espejo es mi más acá. Me devuelve siempre con implacable precisión los dardos y las puyas, las sonrisas y carantoñas. Todo lo que le lanzas tiende a convertirse, para ti que lo miras, en un insulto visual.
2. No es ilimitado. Cierto es que ha servido a veces como metáfora de cosas más bien infinitas (ejemplo: los discursos sobre la naturaleza en tanto que ‘reflejo especular’ de la divinidad), pero no hay en verdad ningún espejo sin unos bordes. Arriba y abajo, derecha e izquierda: aunque sea redondo u ovalado, o aunque tenga los perfiles inciertos que caracterizan a los cristales rotos, el espejo exhibe los mismos problemas de área y superficie que la pintura o la fotografía convencional. Lo reflejado, por tanto, es siempre un fragmento del mundo. De ahí se deduce que todo espejo exige una estrategia de posición (dónde está colocado) y otra, combinada, de contemplación (quién lo mira, y desde qué lugar). Añadamos el tiempo cronológico y atmosférico también, pues no en todas las horas puede existir esa luz sin la que el espejo no puede vivir...
3. Y es que, como Goethe antes de expirar, también el espejo parece exigir “luz, más luz”. Es enemigo de la noche, y hermano histórico del sol, con cuya iconografía se asimilaba su tradicional forma circular u ovalada. Ese rebote perfecto de la pelota luminosa, digámoslo así, ha permitido la identificación del espejo con el origen mismo de la luz. ¿No es la palabra ‘reflector’ un sinónimo de faro o de foco luminoso? Esta peculiaridad no ha impedido un interesante coqueteo con la poética de las sombras: pensemos en los espejos de la pintura tenebrista, no muy abundantes pero de gran interés poético. El Narciso de Caravaggio (Roma, Galleria Nazionale d’Arte Antica), por ejemplo, contempla su rostro en una charca oscura, como entreviendo algo que parece pertenecer más al ensueño nocturnal de la conciencia interior que al mundo luminoso de la vigilia; no es seguramente una casualidad que tuvieran bastante popularidad en el barroco los llamados ’espejos negros’; en su Magdalena penitente, del Metropolitan Museum of Art (Nueva York), Georges de La Tour sustituyó el tradicional espejo de la vanidad vencida por el vaso cristalino que contiene el aceite de la mecha encendida, y en cuya superficie se reflejan el libro y el látigo de las disciplinas; algo más convencional es la versión del Musée des Beaux Arts de Besançon en la que aparece la Magdalena contemplando el reflejo de la calavera en un pequeño espejo con marco de madera. En ambos casos toda la iluminación proviene de una pobre candela. La noche, siempre, a punto de vencer. En estos y en otros ejemplos de la misma corriente artística no hay un marco, un límite claro para la luz, y eso explica que nos hallemos en un universo relativamente impermeable a lo especular.
...
Juan Antonio Ramírez / Reflejos y reflexiones del medio especular.

viernes, octubre 14, 2005

Escribiendo imágenes


(…) El significado entra en las imágenes y hay que volver a sacarlo mediante una observación atenta. Entra en las palabras y hay que liberarlo mediante la lectura. Pero en realidad es más complicado de lo que parece. El juego de colocar palabras e imágenes en el mismo espacio perceptual, ya sea combinadas en la imagen o lado a lado, no es fácil de llevar a cabo, como muchos han descubierto. Primero, el artista tiene que seguirle la pista a cuatro fenómenos, no sólo a los dos aparentes: 1. Las palabras han aceptado significados y contextos en clave que afectan a lo que vemos. La misma imagen junto a dos textos se ve de dos maneras diferentes. 2. Las palabras invocan imágenes mentales que pueden entrar en conflicto con lo que vemos. El lenguaje se inventó para abreviar y explicar el mundo visual; las palabras entran en nuestros cerebros a lomos de las imágenes. 3. Todas las fotografías tienen significados basados en el contexto que pueden alterar nuestra manera de relacionarnos con ellas. 4. Las imágenes invocan palabras en la mente del espectador. Las imágenes entran en el cerebro a lomos de las palabras. La coreografía de imagen / palabra / palabra / imagen no es fácil de componer. Pero cuanto más difícil es, más posibilidades hay de cualificar o clarificar el mundo más amplio que es su fuente.
Hay una complicación más. Cuando leemos el texto lo hacemos a solas. Las palabras tienen que recorrernos individualmente en tiempo real, con nuestra peculiar velocidad e interpretación. La lectura de una imagen, sin embargo, es una experiencia determinada socialmente, una experiencia compartida. Las fotografías existen en un continuum que todos compartimos, y todas ellas se juzgan en relación con un inmenso banco de usos fotográficos. Incluso aunque nos guste pensar que estamos interpretando imágenes fotográficas individualmente, el promedio más alto de nuestra reacción es colectivo. Siempre miramos las fotografías hombro con hombro, estemos o no a solas.
Individualmente, estas operaciones mentales pueden volverse transparentes y desaparecer. Si las realizamos juntos, sin embargo, tiene lugar una oscilación entre opacidad y transparencia y el espectador se vuelve autorreflexivo y analítico, y consciente de haberse equivocado al confiar en que palabras e imágenes contarían toda la verdad. El significado se vuelve ambiguo y supeditado a la energía participativa del espectador, pero la fuerza de las posibilidades metafóricas se expande. Para complicar aún más las cosas, desde comienzos de los años 70 algunos escritores americanos y franceses que hablaban de la fotografía como forma de arte empezaron a explorar la posibilidad de considerar la fotografía como un nuevo tipo de lenguaje estructurado de modo muy parecido al lenguaje verbal. En "Language Theory and Photographic Praxis" (Afterimage, Rochester, Nueva York, verano, 1977), Leroy Searle tejió un intrincado sistema teórico que ejerció una gran influencia en el planteamiento posterior de esta cuestión. Searle, Allan Sekula, Peter Wollheim, Jean Baudrillard y otros trabajaron después en profundidad la noción de la fotografía como lenguaje. El estudio de la imaginería fotográfica en términos de un lenguaje de signos se aglutinó sin excesivo rigor bajo el término semiótica. La fotógrafa canadiense Cheryl Sourkes ha sugerido que la semiótica empezó a modo de herramienta analítica para establecer una crítica de la fotografía como arte, y que posteriormente se convirtió en el tema de una gran parte del arte fotográfico. (…)
Rod Slemmons / Fragmento: Entre el lenguaje y la percepción.

Traducción del inglés: Celia Montolío

lunes, octubre 10, 2005

La vida sexual de las palabras



INTERLOCUTORES
A: Alia, Emil (“Milalias”).
B:”Babelle”. Lectora joven.
C: Crítico y cicerone (“Herr Narrador”). Viejo.


Y ya empezaba él, el corruptor de palabras menores: Para hacer boca (hablo también de la boca equívoca de todo vocablo...) podríamos empezar por un pequeño test o “testículo”, como diría Queneau.
Que no te emboles..., fingió alarmarse Babelle, y Reis parecía aprobarla con la mirada, mordisqueando su pipa.
Pero el testiculador o gesticulero ya acudía, después de fruncir el gesto, ejem, a un ejemplo destemplado de su pornoveleta por entregas, y empezaba a leer el papelote que se traía entre manos:
Era francesa y la había visto algunas veces, sin fijarse demasiado en ella, hasta que la oyó verdaderamente por vez primera en la penumbra ceremoniosa, de cera e incienso, de la catedral argótica de Bayonne, sic, allí mismo, qué imprudencia y qué impudencia, en una misa de un domingo canicular, de verano, sí: delicia delicuescente, y a la vez tan soez, tan desvergonzada de ver gozada, y de oír!, coño culo pis sentidos, acuclillada arremangándose su camisa negra de verano, y de verija ensortijada, blanculeando en la penumbra musgosa y como posesa se retortijaba ágil mostrando su eso... Folle à la messe..., eh, y el Burlador de Sexville le dio una palmada de complicidad en las nalgas, tan prietas, a Alice la contadora que continuaba con el episodio, qué locura, allá en la misa aquella posesa en pos de eso, el exceso y no ceso, es o no es eso, podría haberse preguntado con otras palabras Alice la adolescentenaria mientras veía y oía y olía visiones, en plena impudelicia catredralicia, coño culo pis sentidos, qué profanación, del coro al caño, un surtidor un venero de imágenes venéreas brotando en tal lugar sacro, sacrílegalmente, de labios del gran sacerdote calvo, lustroso y arrebolado que la pronunciaba o articulaba recalcando, casi se diría que paladeando, sí, sus sílabas: con-cu-pis-cense, sin censura, incensada, y Alice ponía morros al repetirla, imitando el fruncimiento de la bonachona esfinterca del predicador. Con-cu-pis-cense. Una palabra que brota, tan exacta, le mot juste par excès..., lance d’arrosage, no?, palabra savia con uve de Venus que pone el jugo y quita el yugo, seguía el gran jugador con sus palabreces, palabra articulada y sexuda con equis de enigma que encerraba en sus entrañas todas aquellas palabras extrañas que la niña Alice in Worderland buscaba a veces en el Impudiccionario, en compañía de un primo Peter Pangloss, más cándido aún que ella. Con-cu-pis... Desarreglo de los sentidos. Abra-cada-palabra!, le diría a Alice Jack el Destripador alias Mil Lalias, mientras ella continuaba refiriendo la actividad “episódica”, cómo sonaba y se ornaba obscena y lozanal y frescachonda en sus oídos abiertos para oír, en la iglesia catedral de Sainte-Marie de Bayonne, aquel mot de passe ou de pisse, bisbiseo o pispiseo, contraseña o enseña que todo lo enseña, con el culo al aire, la palabra tal vez más turbadora de su lengua, concupiscense, que horas después buscaría, solitaria esta vez, en su pequeño Larousse (je sème à tout ventre!) todo descuadernado: “Inclinación a gozar de los bienes de la tierra, especialmente de las cosas sensuales.” De las cosas sensuales. Y de las palabras... Pero ella antes de abrir el libro, le livre des lèvres, lleno de voces, había abierto sus labios, qué labia, qué sabia, a la luz de dos velas encerrada a cal y canto en aquel retrete trastero iluminado también por las ráfagas del faro lejano de Biarritz, allí paposentada en su trono con los ojos entornados entonando: con, continuaba acariciándoselo, cu, seguía con su idioma vernáculo, palpándolselo, primero con la otra mano, la más libre, la más diestra, que era la zurda y ya le iba clavando veloz aquella, bujía bujarrona, hasta que se le saltaron las lágrimas, la cera que lacera..., hechicera, y no hay más que la que arde, decir ardent, se inflamaba el oídor para infamarla giocondamente con un duchampiano Elle a chaud au cul!... pian piano, a la sordina, Giocondina: pis, el chorro de oro ardiente entre sus dedos anguilanguideslizándose escurridirizos, sens, ah por fin, en la fruición de la fricción, frega!, estrega que estrega, hechicera, estrega que se entrega, qué posesa del eso, sí sentidos con sentidos, consexuados, a posteriori y a tergo tergiversables, sens, sentí dos, sólo dos?, todos los sentidos exacerbados, sobre todo el sexto, interpolaría el interpelador tentando el vado, el texto sentido, verdad?, qué episodio. De veras que una sóla palabra, por boca de cleriganso, ocasionó tu primer gozo artesiano? Qué regozo y qué regazo. Ni vela ni falo, otro golpe de manivela. Vaya bayonanista! Sí, sí, insistía Alice Schèhérasade sin comprender del todo, intentando estirarse su más mínima minifalda en el diván de los deslices. Claro, puntualizaba, que la voz carrasposa del predicador (o dijo pedicador?) también tenía su parte de responsabilidad en aquellos responsales por la inglesia. Esto, claro es, lo dijo con otro vocaburlario más campechano. Y hasta una vez, al final de aquel verano, confesó ella, se metió en su confesionario –otra palabra que se las trae, concesionario, rio el confusor, allez-y-à confesse... Mea culpa! Me arrodillé ante su garita oscura, contaba Alice, por si me volvía a decir al oído concupiscence.
Una palabra –interrumpió con impaciencia Reis- que al fin y al cabo significa desear ardientemente.
Y el trastocador de nuevo, poniendo catedral: Deseo de seo, si seo...Aunque el deseo se vista de seda o de Sade, qué desiderrata, deseo se queda.
No se queda –saltó Babelle-. Se convierte en poema o en novela, por ejemplo.
Sí –apoyó Reis-, al principio era el deseo.
Y luego –decía ella- ya puede venir el verbo y, si la fuerza del deseo es realmente grandiosa, hacerse carne.
Y Reis, consultando sus fichas: La palabra nació de la fuerza sexual, dedujo aquel filólogo delirante del siglo pasado, Jean-Pierre Brisset, al que Duchamp llamó el Aduanero Rousseau de la filología.
O de la “falología” –dijo Milalias-, teniendo en cuenta las obsesiones continuas de Brisset.
Sí –asintió Reis-. Incluso el pronombre personal yo designa el sexo en el delirio filológico o “falológico” de Brisset.
Eu falo, podría decir Brisset en portugués –dijo Milalias-. En portugués o en linga franca.
Quel bric à braquedalirante... –empezó ella.
Fonemas féminas desmembradas –seguía él- de un De Kooning lingüista.
Cua-cua... –tartamuequeó Reis- Cuasimodo verbal.
Y Lacan avant la lettre –dijo Milalias-, sólo que más divertido, a ratos. Aquí está esta perla de imitación, en preversión original: “Le diable ètant un père sèvére criant: Persèvére! C’était aussi un père vert, le vieux pervers.”
Oh la langue! –exclamó ella, lacónica.
Abuelingua franca –dijo Milalias-. Grammaire brisée: gramática mítica, “gramítica”, rota. Etimología y mitosis de mitos.
Y Reis, asintiendo, añadía: La abnihilización del étimo, como dice Joyce en Finnegans Wake. Los ètimos, átomos verbales, se fisionan.
La fisión –dijo Milalias- produce la ficción.
Y también –replicó Reis- la fusión.
Sí –concedió Milalias-, gracias sobre todo a esas palabras-maletas o mulatas, que se funden casi sexualmente. Como decía gráficamente Norman O. Brown, en Closing Time: “Dos palabras se ponen una encima de la otra y se vuelven sexuales”.
Eso es un montaje –dijo ella-. Y recuerda que Roland Barthes, hablando de fourier, dijo que el neologismo es un acto erótico.
Efectivamente –dijo Reis-, y a continuación Barthes añadía que por eso provoca indefectiblemente la censura de los pedantes.
La palabra-maleta o “maletra” –dijo Milalias- mata dos o más pájaros de un tiro. Letralleta, aletrallando. Levanta a la vez la veda y la venda sexual y lingüística. Ya no hay coito vendado.
Las palabras –dijo ella- se funden y fundan una nueva lengua.
Y la desenfundan –dijo Milalias.
El verbo en carne viva –dijo ella.
Viva –le hizo eco él.
El deseo –dijo Reis- se hace oír y ver finalmente, como en el lapsus freudiano. Y los ètimos joyceanos, de los que hablábamos antes, se cargan de electrones freudianos en las últimas novelas de Arno Schmidt, sobre todo a partir de su monumental Zettels Traum.
Si –dijo Milalias-. Un impoenente typoescrito facsimamilar con arnotaciones magnuscríticas que escrutan los escritos y hasta los escrotos secretos de Edgar Allan Poe para hacer una expoesición sexhaustiva de la poernografía oculta en ellos. Uf.
Todas las “poerversiones” –dijo ella- que se pueden leer entre líneas.
Pero –volvía Milalias a la carga- me pregunto si tanta pornografía dictada por el inconsciente, no está más en la lectura que en la propia escritura, en el propio Arno Schmidt en definitiva: “Poearnografía”.
Literatura pornográfica por gráfica –dijo reis-. Copulaciones fonéticas y visuales, verdaderamente gráficas, en la escritura última de Schmidt. Y en ella hasta los fonemas pueden ser reveladores, realmente significativos. Esas partículas tan particulares de Schmidt, esos étimos freudianos, revelan muchas anomalías ocultas.
Nos enseñan sus traseros –dijo Milalias-. Tras Eros y Tanatos...
Anal Isis interminable... empezó a seguirle el juego ella.
Para continuar dándole vueltas al círculo ambicioso –dijo Milalias- yo preferiría recurrir a lo que Joyce llamaba el “cicloanálisis”, por los ciclos de los ciclos o vicociclones... El “circoanálisis”, ale hop!, por qué no?, a darle vueltas a la pista, verdad? Por los sinos de los signos.
Otra ronda –rezongó Reis- y otra vuelta de campana.
Hasta que –y ella sonrió saudosa- la lengua se parta...
Ya la pegarán –y también sonrió Reis- los creadores de una nueva lingüística.
Prefiero –dijo Milalias- lo que Queneau llama la “lengüistica”, el viejo estudio comparado de las lenguas vivas. O puestos a ir más allá del beso a la francesa, está esa habilidad y labilidad de la lengua que tiene todo aquel que yo llamo a la inglesa “cunning linguist”...
Astuto lingüista –tradujo ella.
Pienso ahora –dijo Milalias- en la deliciosa obertura de la Lolita de Nabokov...
Sí –dijo Reis-, la escena más erótica de la novela tiene lugar en las tres primeras líneas.
Lolita, luz de mi vida... –empezaba a recitar ella.
Pienso –proseguía Milalias- en Humbert Humbert paladeando el nombre de su pequeña ninfa, Lo-li-ta, en plena glosolabia demorándose goloso en los alófonos y fonemas líquidos que le hacían la boca agua. Oui-Da. Sí. Yes. Lo-li-ta. He ahí un cunilingüista!
Que se quedará –recordó ella- sólo con la palabra en la boca. Como ha de constatar más adelante el pobre Humbert Humbert: “!Oh Lolita mía, sólo tengo palabras para jugar!”
No juguéis y no seréis jugados –replicó Milalias-. La del albur sería... Al final era el calambur.
Y al principio –dijo Reis-. Al principio era el pun, como se puntualiza en el Murphy de Beckett.
Este pun con su sal –saltó Milalias- estaría dispuesto a partirlo y compartirlo el loco citato Brisset.
Sin duda –dijo Reis-. es que en el origen de la creación, de toda creación, está el juego...Cuántos dioses no nacieron, como bien observaba Valéry, de un calambur.
Hijos del trueno y del retruécano –retronó Milalias.
Cocteau no soltó ninguna boutade –remachó Reis- cuando dijo aquello de que la poesía es un vasto calambur. La ambigüedad, característica del calambur, es también una de las propiedades del lenguaje poético. Y se podría añadir, parafraseando lacónicamente a Todorov, que toda literatura está estructurada como un juego de lenguaje.
El juego de palabras –terció al fin ella- es, como vio Novalis, creador.
Generador poético –continuó Milalias- y nos permite entrar y salir por el acceso principal: el ayuntamiento verbal.
Volviendo a la energía sexual, al pansexualismo del origen –dijo Reis-, a esta libido que precede a la literatura, es evidente que el lenguaje es una copulación generalizada, entre verbos, signos...
Recordando de nuevo a Novalis –dijo ella-: Los signos son cuerpos.
Y viceversa –añadió Milalias-. Conjunciones “copulativas”.
Y Francis Ponge –se esponjaba Reis- dijo muy precisamente que la copulación de las palabras apela a la escritura y de ello resulta una especie de orgasmo.
Orgasmotto –remató Milalias.
Las palabras hacen el amor –evocó ella-, según la vieja aspiración surrealista.
Y hacen el humor... –dijo Milalias.
Y ella, rápida: Tanto monta, monta tonto...
Así es, así es –insistía y asentía Reis-. Hacer el humor es hacer el amor. El juego del humor es erótico. Por ejemplo, Valéry dice que el calambur es una especie de adulterio. Y a la misma conclusión llega el profesor británico Tony Tanner en su estudio Adultery in the Novel. Llama al pun cama adúltera.
Cama del camaleón –dijo Milalias-. Camama, ¿no?
Litera de la literatura –aliteraba ella.
Otro lecho de pro gusto –seguía él-. Del dicho al lecho hay poco techo.
Al pie de la letra y de la cama –dijo ella.
En esa cama –dijo Reis- se estrechan relaciones inconfesables. Se produce un encuentro furtivo de fonemas. Los sentidos establecen relaciones peligrosas.
A val-mont le vit conte –rababelizó Milalias-. Y los sonidos son nidos de avispados.
Las represiones en definitiva –dijo Reis-, se transforman en expresiones, no es así?
Y ahí empieza el juego –dijo Milalias- de lo que nosotros llamamos “literatura”.
Que a los cuerpos (y a los signos) alegre –dijo ella.
La panasexualidad del lenguaje –dijo Reis- a través del pun.
Que todo lo penetra –dijo Milalias-, letra a letra. y todos se interpenetran. Alegro tropo...
La retórica es, en el fondo, una erótica –dijo Reis-. Las figuras del discurso son posturas e imposturas eróticas. La retórica de Fontanier, por ejemplo, es el Kama Sutra de la lengua francesa. Lo mismo podría decirse, respecto de la portuguesa, de la Retórica del Padre Figueiredo, el libro de cabecera de Fernando Pessoa.
Pessoa –empezó a citar ella- dice en El Libro del Desasosiego: “Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas”.
Sensualidades incorporadas –repitió Milalias-, qué justo, qué gusto.
La atracción entre sílabas y palabras –seguía Reis- no es distinta a la de los cuerpos, dice Octavio Paz en Corriente Alterna.
Y cómo no recordar ahora –dijo ella- su poema Las palabras: Dales la vuelta, /cógelas del rabo (chillen, putas), / azótalas...
Los poetas han sabido siempre que las palabras son organismos vivos –dijo Milalias.
También los mejores prosistas –dijo Reis-. Por ejemplo, Julio Cortázar subraya en cierto modo ese poema de Paz en un texto titulado precisamente “Pida la palabra, pero tenga cuidado”, recogido en Ultimo Round, del que voy a leer las primeras líneas: “Cuando el catedrático doctor Lastra tomó la palabra, ésta le zampó un mordisco de los que te dejan la mano hecha moco. Al igual que más de cuatro, el doctor Lastra no sabía que para tomar la palabra hay que estar bien seguro de sujetarla por la piel del pescuezo si, por ejemplo, se trata de la palabra ola, pero que a queja hay que tomarla por las patas...”
Porque va a saltar, Lastra –anagramatizó Milalias-. La escritura se anima y zas se hace escriatura.
Viva –dijo ella-. Sílaba viva se titula un poema de Cortázar.
El le animaba el foenema –dijo Milalias-. Habría que rendir homenaje aquí al “glíglico” de Oliveira y la Maga. A sus agujeroglíficos sexuales.
Los amantes saben siempre –dijo ella- que las palabras hacen el amor.
Cuando no tienen arrugas-dijo él-. Des rides Dada... O no están demasiado gastadas.
Para eso están –dijo Reis- para devolverle la originalidad genital. Para que vuelvan, de verdad, a hacer el amor, como quería Breton.
Eso ha sido siempre el privilegio –dijo Milalias- de los grandes amadores/armadores del lenguaje. Desde Shakespeare a nuestros barrocos.
Por otra parte –dijo Reis-, conviene recordar que en la época de Shakespeare, ese máximo alegrador y arreglador de la lengua, el wit o arte de ingenio designaba también los órganos sexuales.
El ingenio genital congraciándose con el no sancto esprit –dijo Milalias-. La agudeza penetrante, para sacarle punta a la palabra.
Nonsense droict... –dijo apropiadamente Babelle de motto propio.
Erección del seso –insistía Milalias-. “Our erectec wit”, en palabras de Sir Philip Sydney.
Me parece que fue el Dr. Jonson –dijo Reis- el que llamó al wit una “inesperada copulación de ideas”.
El, el muy “anticonceptista”... –exclamó Milalias-. Para aludir ahora a las “French letters”: el surrealista francés René Crevel pedía que no se le pusieran condones a las ideas. Con don o sin don de lenguas, creo que las palabras son más resbalosas y no se dejan encapotar tan fácilmente, aunque no echo en saco roto que en sueco página se dice, sí, SIDA.
Página suicida –siseó ella-. Prefiero que la llames sheet, a la inglesa.
Hoja y sábana a la vez –dijo él-. Drapage de littérature... En cualquier caso, ambas pueden ser, para decirlo con palabras de Lezama Lima, “el cuadrado de las delicias”.
Y el cuadrilátero –lanzó ella- del cuerpo a cuerpo.
A brazo partido –dijo él.
Volvemos a los signos –dijo Reis-, y a las señales...
Dobles –dijo Milalias-. Como en Rabelais o en Joyce, dos señalados intérpretes dentro de la misma tradición “carnovelesca”.
Los signos encarnan –dijo Reis-, cobran cuerpo y ahí empieza la atracción apasionada.
El machihembramiento –dijo Milalias-. Incesante amontonarse y amancebarse –tanto monte, monte tanto- en los montajes de Rabelais y Joyce.
Véanse, por ejemplo –señaló Reis-, todas las metáforas (y sinécdoques) del coito en la obra de Rabelais, y en especial en el capítulo 9 del Cuarto Libro.
Sí –dijo Milalias-, en esa isla de las alianzas cuyos habitantes tenían napias en forma de as de trébol.
A coger el trébol... –trinó ella.
A coger, a coger, che –repitió él-. Y en esa isla hubieran podido meter las narices Mogol, Sterne, Quevedo y hasta el mismo Ovidio Nasón.
Metamorfosis incestuosa de las palabras –dijo ella-. Clavijas y madres agujeros...
Y Milalias, haciendo gestos gráficos, engranaba: Máquina de calcular o para concubinar... Formón con mucho fondón.
La forma es contenido –dijo Reis- y viceversa.
Y viceversa –arguyó Milalias-. La forme affirme –e hizo una pausa- le contenu...
Bien acuñado, concuñado – concluyó facsimiliarmente ella.
Hará ciento y la madre... –encestó Milalias.
O véase con lupa –seguía impertérrito Reis- el catálogo de perversiones sexuales/textuales en el episodio de la casa de Honophrius en Finnegans Wake que a su vez interrumpe el coito que cierra con broche de Ouroboros la obra de Joyce.
Coitus non interruptus – dijo Milalias-, cuento ininterrumpido. Así en el finicio como en el fornicio. La última palabra se une a la primera.
Como dice pomposo –dijo ella- el Profesor en Finnegans Wake: La palabra es mi Esposa...
Es tu prosa –dijo Milalias- que es nuestra esposa violada y no velada, antes prometida y luego perfecta sacada, que es prosa de todos...
Vamos a necesitar –dijo ella- otro leprosador e interprestación similtánea...
El que tenga ojos para oír que lea –dijo Milalias-. Finnegans Wake pone en práctica, ante los ojos y oídos del lector, todo lo que predica. Las palabras hacen lo que cuentan.
Así es –dijo Reis-. Beckett vio lúcidamente que en Finnegans Wake, cuando el sentido es bailar, las palabras bailan.
Y cuando es hacer el amor... –seguía ella.
Hasta los morfemas hacen el amor –concluyó Milalias-. Sincopadamente. Podría hablarse, atendiendo al musiquismo verbal del Finnegans Wake, de su “estereosexualidad”.
Polifonía polimórfica y perversátil –puntualizó, ya contagiado, Reis-. Yo creo que esos acoplamientos prohibidos de las palabras-maletas o mulatas inquietan o a veces producen rechazo porque muestran que toda escritura e incluso toda palabra es palimpsesto...
Pâle inceste –dijo Milalias. Incesto, insisto.
No tan pálido... –corrigió ella.
Muestran que toda palabra –proseguía Reis- es en el fondo palabra-maleta, de doble o triple fondo, enseñan la cara o el culo oculto de la palabra, como hemos visto al principio con concupiscence.
Ah, sí –dijo Milalias-, ahora que me acuerdo, continúo con aquel lejano episodio de un verano de Alice en Bayona...
Ah no, ah no –protestó Reis-, ahora ya hemos pasado a la vida textual de las palabras-muletas.
La vida sexual –corrigió Milalias.
Y Reis, remontando: Tanto monta...
Monta Tántalo –acabó Babelle, y no frenando, dando alas a las palabras.

Julián Ríos / La vida sexual de las palabras.

sábado, octubre 08, 2005

Peras duquesa


Peras de agua (1 por persona, dos si son pequeñas),
Azúcar (2 cucharadas por pera),
1 rama de canela,
corteza de limón,
agua.

Para la CREMA:
2 Huevos,
1/2 Litro de leche,
100 gr. de azúcar,
1 cucharada de Maizena,
1 corteza de limón.

Se ponen a cocer las peras peladas y enteras con el rabo, en agua que las cubra, con una rama de canela y corteza de limón.
Cuando lleven un rato cociendo se añade el azúcar.
Si las peras están maduras se cocerán enseguida, y para comprobarlo basta pincharlas con la punta de un cuchillo.
Conviene que estén bien blandas.
Aparte se prepara la crema, con los huevos batidos con la leche, el azúcar y la Maizena y un trocito de corteza de limón. Se pone todo a cocer y, cuando rompe a hervir, se retira y se deja enfriar.
Se sacan las peras del agua de cocerlas y se ponen en una fuente con los rabos para arriba. Se cubren con la crema y se sirven templadas o frías.

Angela Landa / El libro de la repostería.

!Que aproveche!

viernes, octubre 07, 2005

Sueño de Francisco de Goya y Lucientes, pintor y visionario.


La noche del primero de mayo de 1820, mientras su intermitente locura lo visitaba, Francisco de Goya y Lucientes, pintor y visionario, tuvo un sueño.
Soñó que estaba con su amante de juventud bajo un árbol. Era la austera campiña de Aragón y el sol estaba en lo alto. Su amante estaba sentada en un columpio y él la empujaba por la cintura. Su amante llevaba un pequeño parasol de encaje y reía con risas breves y nerviosas. Después su amante se dejó caer y él la siguió, rodando por el prado. Se deslizaron por la pendiente de la colina hasta que llegaron a un muro amarillo. Se asomaron por encima del muro y vieron unos soldados, iluminados por un farol, que estaban fusilando a un grupo de hombres. El farol era una incongruencia en aquel paisaje soleado, pero iluminaba lívidamente la escena. Los soldados dispararon y los hombres cayeron, cubriendo los charcos de su propia sangre. Entonces Francisco de Goya y Lucientes sacó el pincel de pintor que llevaba en el cinturón y avanzó blandiéndolo amenazadoramente. Los soldados, como por encanto, desaparecieron, asustados ante aquella visión. Y en su lugar apareció un gigante horrendo que devoraba una pierna humana. Tenía el pelo sucio y el rostro lívido, dos hilos de sangre se deslizaban por las comisuras de su boca, sus ojos estaban velados, pero se reía.
¿Quién eres?, le preguntó Francisco de Goya y Lucientes.
El gigante se limpió la boca y dijo: Soy el monstruo que domina a la humanidad, la Historia es mi madre.
Francisco de Goya y Lucientes dio un paso y blandió su pincel. El gigante desapareció y en su lugar apareció una vieja. Era una bruja sin dientes, con la piel apergaminada y los ojos amarillos.
¿Quién eres?, le preguntó Francisco de Goya y Lucientes.
Soy la desilusión, dijo la vieja, y domino el mundo, porque todo sueño humano es un sueño breve.
Francisco de Goya y Lucientes dio un paso y blandió su pincel. la vieja desapareció y en su lugar apareció un perro. Era un pequeño perro sepultado en la arena, de la que sólo sobresalía la cabeza.
¿Quién eres?, le preguntó Francisco de Goya y Lucientes.
El perro alzó el cuello y dijo: Soy la bestia de la desesperación y me burlo de tus penas.
Francisco de Goya y Lucientes dio un paso y blandió el pincel. El perro desapareció y en su lugar apareció un hombre. Era un viejo grueso, con el rostro hinchado e infeliz.
¿Quién eres?, le preguntó Francisco de Goya y Lucientes.
El hombre esbozó una sonrisa cansada y dijo: Soy Francisco de Goya y Lucientes, contra mí no podrás hacer nada.
En aquel momento Francisco de Goya y Lucientes se despertó y se encontró solo en su cama.
.
Antonio Tabucchi / Sueños de sueños.
Traducción de Carlos Gumpert Melgosa y Xavier González Rovira.

miércoles, octubre 05, 2005

La casa del ser


"... el lenguaje es la casa del ser. En su vivienda mora el hombre. Los pensadores y los poetas son los vigilantes de esta vivienda".

Martin Heidegger / Carta sobre el Humanismo.

Buzón de tiempo



En el buzón de tiempo se deslizan
la pasión desolada / el goce trémulo
y allí queda esperando su destino
la paz involuntaria de la infancia /
hay un enigma en el buzón de tiempo
un llamador de dudas y candores
un legajo de angustia / una libranza
con todos sus valores declarados

En el buzón de tiempo hay alegrías
que nadie va a exigir / que nadie nunca
reclamará / y acabarán marchitas
añorando el sabor de la intemperie
y sin embargo / del buzón de tiempo
saldrán de pronto cartas volanderas
dispuestas a afincarse en algún sueño
donde aguarden los sustos del azar

Mario Benedetti

martes, octubre 04, 2005

Rendiciones Romanas



"Hagamos un trato"

Compañera,
usted sabe,
puede contar
conmigo,
no hasta dos
o hasta diez,
sino contar
conmigo.

Si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense qué flojera,
igual puede contar
conmigo.

Pero hagamos un trato,
yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar,
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco,
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe
que puede
contar conmigo.

Mario Benedetti



Mar de tiempo


No hay más que un sólo mar, el mar del tiempo
que abarca nuestras vidas sucesivas.
(Y desaparecer, hacerse aliento líquido, brizna de sal,
lejanía, horizonte,
minutos descolgándose sin prisa ni demora.)
Como no ser
y al mismo tiempo ser, lejos de la atadura de cuerpo y biografía,
la casi inexistencia.

Pilar Blanco / Ceniza.

lunes, octubre 03, 2005

Eclipse de sol

Hoy, y por un ratito, la luna ha eclipsado al sol.

Verdad Como Puño.


No es el desamor, ni la traición, ni el engaño, ni la duda, ni la indiferencia, ni el odio, ni la vergüenza. No es la amargura del abandono; ni siquiera lo es la temperada muerte que tantas veces corrige desajustes emocionales internos. El sentimiento más devastador de cuantos existen, con su forma plana, de un color mate, con su filo de navaja de barbería, turbador y amenazante: La exclusión.

(Robado a Tempus Fugit. Me dieron ganas de robarle el blog al completo. Me conformaré con lanzarlo al viento:
http://tesalonica.blogspot.com/ )

Palabras contra palabras

132.
Si me dejo decir lo que me va saliendo...
me van saliendo miradas ajenas
lo primero,
podría decir sus nombres
(pero a ti no te interesan)
y más allá de esas miradas
que quisiera que me reconocieran
me van saliendo deseos
en el sentido de besos y caricias
de calor cómplice.
Y más allá de eso,
es cierto que me sale ya poco,
tengo que escarbar en silencio
porque son pequeñas cosas sin nombre,
pequeños detalles,
pero que son,
probablemente sean,
el delicioso alimento eterno.

Rafael Lamata Cotanda / Palabras contra palabras.

domingo, octubre 02, 2005

50.

50.
Escribir mientras respiras
escribir para no pensar
escribir para no tener que vivir
escribir para recordar que hay que tener la
columna erguida
escribir por detectar horizontes dentro del
cerebro
escribir para dejar de escribir.

Rafael Lamata Cotanda / Palabras contra palabras.

Un día es un día


Pero este día no es hoy: es mañana.

sábado, octubre 01, 2005

Sin título


(per a Nero, in memoriam)

ací en aquest lloc
(no un altre)
sota aquest mantell de blau
per sobre el blau mateix
on la vida llisca
i és memòria

(ara mateix parlava)

ací
on els murs s’obrin
a la vida
per sobre el blau mateix
d’aquesta aigua
s’alça el teu nom

Manuel Bellver