viernes, octubre 27, 2006

parada programada


No es una despedida.
Es un descanso.
(o al menos quiere serlo)
De momento: hasta pronto.

miércoles, octubre 25, 2006

"vápara" Luis Rivera

... Y se recorren también los claros del bosque con una cierta analogía a como se han recorrido las aulas. Como los claros, las aulas son lugares vacíos dispuestos a irse llenando sucesivamente, lugares de la voz donde se va a aprender de oído, lo que resulta ser más inmediato que el aprender por letra escrita, a la que inevitablemente hay que restituir acento y voz para que así sintamos que nos está dirigida. Con la palabra escrita tenemos que ir a encontrarnos a la mitad del camino. Y siempre conservará la objetividad y la fijeza inanimada de lo que fue dicho, de lo que ya es por sí y en sí. Mientras que de oído se recibe la palabra o el gemido, el susurrar que nos está destinado. La voz del destino se oye mucho más de lo que la figura del destino se ve.
Y así se corre por los claros del bosque análogamente a como se discurre por las aulas, de aula en aula, con avivada atención que por instantes decae –cierto es- y aun desfallece, abriéndose así un claro en la continuidad del pensamiento que se escucha: la palabra perdida que nunca volverá, el sentido de un pensamiento que partió. Y queda también en suspenso la palabra, el discurso que cesa cuando más se esperaba, cuando se estaba al borde de su total comprensión. Y no es posible ir hacia atrás. Discontinuidad irremediable del saber de oído, imagen fiel del vivir mismo, del propio pensamiento, de la discontinua atención, de lo inconcluso de todo sentir y apercibirse, y aun más de toda acción. Y del tiempo mismo que transcurre a saltos, dejando huecos de atemporalidad en oleadas que se extinguen, en instantes como centellas de un incendio lejano. Y de lo que llega falta lo que iba a llegar, y de eso que llegó, lo que sin poderlo evitar se pierde. Y lo que apenas entrevisto o presentido va a esconderse sin que se sepa dónde, ni si alguna vez volverá; ese surco apenas abierto en el aire, ese temblor de algunas hojas, la flecha inapercibida que deja, sin embargo, la huella de su verdad en la herida que abre, la sombra del animal que huye, ciervo quizá también él herido, la llaga que de todo ello queda en el claro del bosque. Y el silencio. Todo ello no conduce a la pregunta clásica que abre el filosofar, la pregunta por “el ser de las cosas” o por “el ser” a solas, sino que irremediablemente hace surgir desde el fondo de esa herida que se abre hacia dentro, hacia el ser mismo, no una pregunta, sino un clamor despertado por aquello invisible que pasa sólo rozando. “¿Adónde te escondiste?...” A los claros del bosque no se va, como en verdad tampoco va a las aulas el buen estudiante, a preguntar.
Y así, aquel que distraídamente se salió un día de las aulas, acaba encontrándose por puro presentimiento recorriendo bosques de claro en claro tras del maestro que nunca se le dio a ver: el Único, el que pide ser seguido, y luego se esconde detrás de la claridad. Y al perderse en esa búsqueda, dársele el que descubra algún secreto lugar en la hondonada que recoja al amor herido, herido siempre, cuando va a recogerse.
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martes, octubre 24, 2006

"vápara" Mármara

Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo imbancable de tanta polución que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la frase sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al diccionario y busqué la palabra imbancable y no está. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le pregunté qué quería decir imbancable y él se rió y me explicó con buenos modos que quería decir insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o más bien casi todos los días, por favor Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repitió tres veces por favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrás querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo gracia, aunque no demasiada pero me quitó la penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, polución, es bastante más difícil. Esa sí está en el diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué será efusión y qué será semen. Busqué efusión y dice: derramamiento de un líquido. También me fijé en semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para la reproducción. O sea que lo que dijo el tío Rolando quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo insoportable de tanto derramamiento de semen. Tampoco entendí, así que la primera vez que me encontré con Rosita mi amiga, le dije mi grave problema y todo lo que decía el diccionario. Y ella: tengo la impresión de que semen es una palabra sensual, pero no sé qué quiere decir. Entonces me prometió que lo consultaría con su prima Sandra, porque es mayor y en su escuela dan clase de educación sensual. El jueves vino a verme muy misteriosa, yo la conozco bien cuando tiene un misterio se le arruga la nariz, y como en la casa estaba Graciela, esperó con muchísima paciencia que se fuera a la cocina a preparar las milanesas, para decirme, ya averigüé, semen es una cosa que tienen los hombres grandes, no los niños, y yo, entonces nosotras todavía no tenemos semen, y ella, no seas bruta, ni ahora ni nunca, semen sólo tienen los hombres cuando son viejos como mi padre o tu papi el que está preso, las niñas no tenemos semen ni siquiera cuando seamos abuelas, y yo, qué raro eh, y ella, Sandra dice que todos los niños y las niñas venimos del semen porque este liquido tiene bichitos que se llaman espermatozoides y Sandra estaba contenta porque en la clase había aprendido que espermatozoide se escribe con zeta. Cuando se fue Rosita yo me quedé pensando y me pareció que el tío Rolando quizá había querido decir que la ciudad estaba insoportable de tantos espermatozoides (con zeta) que tenía. Así que fui otra vez a lo del abuelo, porque él siempre me entiende y me ayuda aunque no exageradamente, y cuando le conté lo que había dicho tío Rolando y le pregunté si era cierto que la ciudad estaba poniéndose imbancable porque tenía muchos espermatozoides, al abuelo le vino una risa tan grande que casi se ahoga y tuve que traerle un vaso de agua y se puso bien colorado y a mí me dio miedo de que le diera un patatús y conmigo solita en una situación tan espantosa. Por suerte de a poco se fue calmando y cuando pudo hablar me dijo, entre tos y tos, que lo que tío Rolando había dicho se refería a la contaminación atmosférica. Yo me sentí más bruta todavía, pero enseguida él me explicó que la atmósfera era el aire, y como en esta ciudad hay muchas fábricas y automóviles todo ese humo ensucia el aire o sea la atmósfera y eso es la maldita polución y no el semen que dice el diccionario, y no tendríamos que respirarla pero como si no respiramos igualito nos morimos, no tenemos más remedio que respirar toda esa porquería. Yo le dije al abuelo que ahora sacaba la cuenta que mi papá tenía entonces una ventajita allá donde está preso porque en ese lugar no hay muchas fábricas y tampoco hay muchos automóviles porque los familiares de los presos políticos son pobres y no tienen automóviles. Y el abuelo dijo que sí, que yo tenía mucha razón, y que siempre había que encontrarle el lado bueno a las cosas. Entonces yo le di un beso muy grande y la barba me pinchó más que otras veces y me fui corriendo a buscar a Rosita y como en su casa estaba la mami de ella que se llama Asunción, igualito que la capital de Paraguay, esperamos las dos con mucha paciencia hasta que por fin se fue a regar las plantas y entonces yo muy misteriosa, vas a decirle de mi parte a tu prima Sandra que ella es mucho más burra que vos y que yo, porque ahora sí lo averigüé todo y nosotras no venimos del semen sino de la atmósfera.
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Mario Benedetti / Beatriz (La polución) / Primavera con una esquina rota.

domingo, octubre 22, 2006

día de domingo en blanco y negro


Playa del Cabanyal, Valencia / Fotografía de Juan Peiró.

sábado, octubre 21, 2006

la escuela de la ignorancia

Jean-Claude Michéa / La escuela de la ignorancia (y sus condiciones modernas) / Traducción de Isabelle Marc Martínez / Ediciones Acuarela, abril 2002 / Edición original de Éditions Climats, 1999.


Voy a transcribir sólo el primer capítulo de este libro, porque me parece que es un libro muy interesante y puede que sea esclarecedor. El autor hace un estudio-reflexión concretamente de la situación de su país, Francia, pero nos encontramos con un retrato de los fines y logros educativos a nivel general de los países de desarrollo económico capitalista.
Abriré boca empezando a leer tal como empieza:
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En 1979, Christpher Lasch, uno de los espíritus más penetrantes de este siglo, describía en estos términos el declive del sistema educativo estadounidense:
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"La educación en masa, que prometía democratizar la cultura, antes restringida a las clases privilegiadas, acabó por embrutecer a los propios privilegiados. La sociedad moderna, que ha logrado un nivel de educación formal sin precedentes, también ha dado lugar a nuevas formas de ignorancia. A la gente le es cada vez más difícil manejar su lengua con soltura y precisión, recordar los hechos fundamentales de la historia de su país, realizar deducciones lógicas o comprender textos escritos que no sean rudimentarios*(1)".
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Veinte años después, nos vemos obligados a reconocer que buena parte de estas críticas pueden aplicarse a nuestra propia situación*(2). Es obvio que no se trata de una coincidencia. La crisis de la antes denominada "Escuela Republicana" ya no puede separarse de la crisis que afecta a la sociedad contemporánea en su conjunto. Indudablemente, dicha crisis forma parte del movimiento fistórico que, además, desintegra las familias, descompone la existencia material y social de los pueblos y los barrios*(3), y de forma generalizada, destruye progresivamente todas las formas de civismo que, todavía hace unas décadas, condicionaban buena parte de las relaciones humanas. Con todo, esta constatación, totalmente banal por sí misma, podría no tener consecuencias (o incluso conllevar consecuencias ambiguas), si no lográsemos captar además la naturaleza de esta sociedad moderna, es decir, comprender qué lógica rige su movimiento. Sólo entonces será posible calibrar hasta qué punto los actuales progresos de la ignorancia, lejos de ser el producto de una deplorable disfunción de nuestra sociedad, se han convertido en una condición necesaria para su propia expansión. (el subrayado es mío)
Las páginas de este libro pretenden corroborar brevemente esta hipótesis, aunque tengo plena conciencia de que muchos la consideran ya totalmente inverosímil*(4).
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(1) Christopher Lasch: Le complexe de Narcisse, París: R. Laffont, 1980, pp. 177 y 178. Existe traducción al castellano: La cultura del narcisismo, Barcelona: Andrés Bello, 1999.
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(2) Liliane Lurçat (primero alumna y luego colaboradora de Henri Wallon, una de las pocas especialistas francesas serias en ciencias de la educación) afirma que: "En 1983, el rectorado de Niza realizó una encuesta a cerca de 12.000 alumnos de 1º de Enseñanza Secundaria. El 22,48% no sabía leer y el 71,59% era incapaz de comprender una palabra nueva a partir del contexto." Según la autora, desde entonces, "como un mar engullido por la arena, el problema ha desaparecido, por obra y gracia del silencio de los medios de comunicación y de la propaganda política. Sobre los escombros de la enseñanza de la lectura y la escritura, se construye apresuradamente la escuela masificada, utilizando el cebo del Bachillerato para todos." (Liliane Lurçat: Vers une école totalitaire?, París: F.-X. de Guibert, 1998.) El último logro de esta "propaganda política" es, por supuesto, el libro de Christian Baudelot: Et pourtant, ils lisent, París: Seuil, 1999.
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(3) Desde este punto de vista, como cualquiera puede constatar, hemos entrado en una era realmente nueva: la época de la destrucción de las ciudades en tiempos de paz. Tomando la ciudad de Los Ángeles como el modelo preferido de todos los destructores modernos, es recomendable la lectura del excelente estudio de Mike Davis: City of Quartz: Los Angeles, capitale du futur, París: La Découverte, 1997. Para una aplicación al caso francés, puede consultarse el panfleto de Sophie Herszkowicz: Lettre ouverte au maire de Paris à propos de la destruction de Belleville, París: Enciclopédie des nuisances, 1994.
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(4) Observaciones sobre el concepto de ignorancia.
Entendemos por "progreso de la ignorancia" no tanto la desaparición de los conocimientos indispensables en el sentido denunciado habitualmente (y, muy a menudo, de forma justificada), sino el declive constante de la inteligencia crítica; esto es, la aptitud fundamental del hombre para comprender a un tiempo el mundo que le ha tocado vivir y a partir de qué condiciones la rebelión contra ese mundo se convierte en una necesidad moral. Ambos aspectos no son completamente independientes, en la medida en que ejercer el juicio crítico exige bases culturales mínimas, empezando por la capacidad para argumentar y el dominio de las exigencias linguisticas elementales que toda "neolengua" está destinada a destruir. Sin embargo, es necesario diferenciar uno y otro tipo de ignorancia, puesto que la experiencia cotidiana nos muestra que un individuo puede saberlo todo y no entender nada. Sin duda, es lo que quería decir Orwell cuando en su Diario de guerra escribe: "Si gente como nosotros comprende la situación mejor que los supuestos expertos, no es porque tenga poder alguno para predecir acontecimientos concretos, sino porque puede percibir la clase de mundo en que vivimos (To grasp what kind of wold we are living in)". La base epistemológica de esta distinción, es, naturalmente, la imposibilidad manifiesta para reducir la actividad crítica de la Razón al simple uso de una base de datos por la que se podría navegar libremente. Al no tener en cuenta esta distinción, la sociología ministerial no tiene reparos en pretender -por medio de errores metodológicos de uso- que "el nivel (de la enseñanza) aumenta". Y ello cuando todos los datos disponibles indican que, en los países industrializados, la juventud escolarizada es cada vez más permeable a los diferentes productos de la superstición (de la antigua astrología a la moderna New Age); cuando su capacidad de resistencia intelectual frente a las manipulaciones mediáticas o al bombardeo publicitario disminuye alarmantemente y cuando se le ha enseñado con eficacia admirable una sólida indiferencia hacia la lectura de los textos críticos de la tradición.
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viernes, octubre 20, 2006

cartas sobre la mesa


(pequeño pero no inocente guiño para expertos en la materia)

martes, octubre 17, 2006

el paseo prometido


Ayer todo pronosticaba que hoy tendríamos lluvia: y sí que ha llovido. Ha llovido con cuentagotas y ha sido muy fácil irlas contando, las gotas, digo.
Bueno, os cuento que he dado mi paseo prometido, que he andado por la arena de la orilla con los pies descalzos, que me he mojado los pies, y... aleluya!! que blogger me ha dejado subir la imagen. !No se puede pedir más! (o sí?, claro que... no a blogger).

"vápara" Orbis Tertius

Cuando Alicia oye recitar el poema El galimatazo (Jabberwocky), cuya estructura gramatical es inglesa, pero todas sus palabras son inventadas, lo comenta así: "es curioso, es como si me llenara la cabeza de ideas, sólo que no sabría decir exactamente cuáles son". Y la glosa que Humpty Dumpty hace del poema (que, fuente de humor suplementaria, no corresponde del todo a la que da, por otro lado, Lewis Carroll) obedece exactamente al principio del juego del diccionario.
Pero parece que se mezclan dos órdenes de fenómenos en la interpretación de palabras desconocidas o inventadas. En primer lugar, una puesta en relación con palabras y, por tanto, significados que existen en la lengua: la asociación de los sonidos de una palabra desconocida con los de una palabra conocida provoca una asociación de sentido, asociación interna a la lengua, gestión que Humpty Dumpty aclara y racionaliza (cito aquí la traducción de Jaime de Ojeda).
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"Esta declaración parecía ciertamente prometedora, de forma que Alicia recitó la primera estrofa:
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Brillaba, brumeando negro, el Sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba *.

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Con eso basta para empezar -interrumpió Zanco Panco-, que ya tenemos ahí un buen montón de palabras difíciles: eso de que "brumeaba negro el Sol" quiere decir que eran ya las cuatro de las tarde..., porque es cuando se encienden las brasas para asar la cena."
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"-Eso me parece muy bien -aprobó Alicia-, pero, ¿y lo de agiliscosos?
-Bueno, verás: "agiliscosos" quiere decir "ágil y viscoso", ¿comprendes?; es como si se tratara de un sobretodo..., son dos significados que envuelven a la misma palabra.
-Ahora lo comprendo -asintió Alicia pensativamente-. Y, ¿qué son los "limazones"?
-Bueno, los "limazones" son un poco como los tejones..., pero también se parecen un poco a los lagartos..., y también tienen un poco el aspecto de un sacacorchos...
-Han de ser unas criaturas de apariencia muy curiosa.
-Eso sí, desde luego -concedió Zanco Panco-; también hay que señalar que suelen hacer sus madrigueras bajo los relojes de sol..., y también que se alimentan de queso.
-Y¿qué es "giroscar" y "banerrar"?
-Pues "giroscar" es dar vueltas y más vueltas, como un giroscopio; y "banerrar" es andar haciendo agujeros como un barreno.
-Y la "vápara", ¿será el cesped que siempre hay alrededor de los relojes de sol, supongo? -dijo Alicia sorprendida de su propio ingenio.
-!Pues claro que sí! Como sabes, se llama "vápara" porque el cesped ese va para adelante en una dirección, y va para atrás en la otra.
-Y va para cada lado un buen trecho también -añadió Alicia.
-Exactamente, así es. Bueno, los "borongobios" son una especie de pájaros desaliñados con las plumas erizadas por todas partes..., una especie de estropajo viviente. Y en cuanto a que se "fruncían mimosos", también puede decirse que estaban "fruncimosos"; ya ves, otra palabra con sobretodo.
-¿Y el "momio" ese que "murgiflaba rantas"? -preguntó Alicia-. Me parece que le estoy ocasionando muchas molestias con tanta pregunta.
-Bueno, las "rantas" son una especie de cerdo verde; pero respecto a los "momios" no estoy seguro de lo que son. Me parece que la palabra viene de "monseñor con insomnio"; en fin, un verdadero momio.
-Y entonces, ¿qué quiere decir eso de que "murgiflaban"?
Bueno, "murgiflar" es algo así como un aullar y un silbar a la vez, con una especie de estornudo en medio; quizá llegues a oír cómo lo hacen alguna vez en aquella floresta..., y cuando te haya tocado oírlo por fin, te bastará ciertamente con esa vez."
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*texto original de la primera estrofa:
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T´was brillig, and the slithy toves
Did gyre and gimble in the wabe:
All mimsy were the borogoves,
And the mome raths outgrabe.
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Marina Yaguello / Alicia en el país del lenguaje.

lunes, octubre 16, 2006

paseo por la playa


Debería dar un paseo todos los días, andar una media hora... y no lo hago, no lo hago con la disciplina con que debería hacerlo.
Con lo cerca que tengo la playa y con lo fácil que resulta dar ese paseo... En eso pensaba hace un momento, porque esta tarde me obligué a darlo, me empujé, venga para allá, me he ido diciendo todo el camino... y fijándome en el trayecto, mirando las fachadas, los adornos, los colores... así he llegado hasta el punto en que aparece el mar y el cielo abierto. La tarde estaba un poco oscura, pero no hacía nada de frío. Ha sido un paseo rápido, me hubiera gustado acercarme hasta la orilla...
Mañana sin falta, si no llueve, repetiré escenario y llegaré hasta la orilla del agua.

martes, octubre 10, 2006

sobre la traducción

“El proceso de traducción es mucho más rico que el producto final”, apunta Suzanne Levine en Escriba subversiva: una poética de la traducción. Es que el backstage del trabajo de traducción literaria es un itinerario que comienza en una lectura atenta, seducida por el texto original, nacido en otra lengua, tal vez al otro lado del mar: “La atracción es el motor de la traducción”, dice Louis Jolicoeur, escritor del Quebec, traductor de Onetti y Kociancich, en un libro que en castellano podría llamarse La sirena y el péndulo. Atracción y estética en la traducción literaria. En ese libro encuentro una cita que me interesa. Procuro una traducción:
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Tengo sentimientos que varían según las palabras que empleo. Me sucede estar desesperado en una lengua y apenas triste en otra. Cada lengua nos hace mentir sobre nosotros mismos, con excepción de una parte de los hechos; pero en la mentira hay una afirmación, y es una manera de ser en un momento determinado; muchas lenguas a la vez nos desconocen, nos fragmentan, nos dividen en nosotros mismos.
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La cita pertenece a Héctor Bianciotti, quien escribe en castellano y en francés. Posiblemente Bianciotti haya escrito estas palabras en castellano, y luego en francés, traduciéndose a sí mismo. O tal vez Jolicoeur las haya traducido al francés, y ahora vuelven al castellano, seguramente diferentes. ¿Cuál de las versiones será la más fiel a eso que el autor siente?
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Inseguridad, insatisfacción, infidelidad. Las angustias que inundan a quien intenta reescribir en una lengua lo que alguien ha escrito en otra. Dice Raúl Dorra en su artículo La fidelidad del traductor: “Cualquier mensaje no sólo dice sino también calla, tiene algo cuyo significado se nos escapa.”
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Leo en un libro bien ajeno al discurso teórico:
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Puede decirse que los Hombres Sabios no son más que una vana multiplicación del Narrador. (...) Casi todos llevan un loro en el hombro. La función de estas aves es repetir las palabras de su dueño, para enfatizarlas o para facilitar su comprensión. Algunos, sin embargo, opinan que no hay tal repetición y que los loros se limitan a pronunciar unas palabras confusas, que se parecen lejanamente a las que acaban de oír. Es el entendimiento turbio (...) el que da por idénticos a ambos discursos.
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Alejandro Dolina, Bar del Infierno.
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En estas palabras se nombran puntos centrales de las teorías sobre traducción literaria. ¿Es posible traducir literatura? ¿La traducción es una repetición? ¿Una operación de equivalencias, como la que se requiere para convertir pulgadas a centímetros, o galones a litros? ¿Es apenas una lejana aproximación, un concierto de palabras semejantes? ¿Una interpretación de una partitura con un instrumento diferente de aquél para el que fue concebida? Y por último, ¿por qué se llega a dar por idénticos a dos discursos escritos en lenguas diferentes? Ocurre que en el bar de Dolina, como en los libros traducidos, tiene lugar esa ilusión según la cual la lectura de un libro traducido es la lectura del libro original: “Nadie dice lo que dice, nadie oye lo que oye, nadie escribe lo que escribe.” Nadie. O, como dijera Lawrence Venuti, alguien invisible: el traductor.
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¿A quién leemos cuando leemos Hojas de hierba? ¿A Whitman, a Borges? En Memorias de Adriano, ¿leemos a Yourcenar o a Cortázar? ¿Leemos a Kovadloff o a Pessoa en el Libro del desasosiego? En literatura, las ediciones bilingües permiten al lector confrontar las escrituras en ambas lenguas y disipan la ilusión de leer al autor. También dejan entrever el trabajo de reescritura, y participan de la idea de que toda traducción es una de las posibles versiones; un borrador más, con el mismo estatuto del texto original. Como gustaba decir Borges: “El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio”. Podríamos agregar: y al copyright. Pensemos, por ejemplo, en las traducciones al español de los seminarios de Jacques Lacan, cuyos derechos de autor ostenta Miller, su albacea. “Texto establecido por Jacques-Alain Miller - Única edición autorizada”, advierten los libros inmediatamente después de consignar el nombre del traductor.
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La idea de la traducción como reescritura de versiones se hace más palpable cuanto mayor es la distancia, en el tiempo y en el espacio, entre los sistemas lingüísticos en relación. Muchas veces se ponen a dialogar dos lenguas cercanas, en el tiempo, en el espacio o en sus orígenes. ¿Pero qué leemos cuando leemos libros lejanos?
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Abro el I Ching, quiero decir, uno de los posibles I Ching. Se trata de una edición argentina de 1975. Está en español gracias a la traducción de D. J. Vogelmann. Pero ocurre que éste no ha traducido el texto original chino, sino la versión alemana de Richard Wilhelm, de la década del ‘20 del siglo pasado. Es de esa versión que Vogelmann ha hecho la “estricta traducción”, según proclama en la presentación. Es decir que el I Ching, el Libro de las mutaciones, posiblemente escrito con anterioridad al año 1000 antes de Cristo, ha sufrido dos metamorfosis para llegar a nuestra lectura. Un libro escrito en una lengua muy distante, en un contexto remoto. ¿Se puede leer el I Ching en español, en la Argentina, tres mil años después? ¿El proceso de su traducción es comparable al de esta poesía italiana, escrita en un campo y en un idioma tan cercanos?
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Dice Vogelmann: “Las connotaciones y los matices de los caracteres ideográficos chinos son tan ricos y flexibles que a menudo varias formas de traducción (...) pueden considerarse igualmente acertadas. La conjetura y la intuición de los traductores del chino clásico desempeñan un valor indiscutible.” La explicación de Vogelmann recuerda al bar de Dolina y a la ilusión de leer el texto original que alimenta este juego de versiones.
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La palabra justa es también una ilusión. El deseo de comunicación se frustra permanentemente, a menudo cuando parece estar a punto de consumarse. “Un mensaje se constituye en la medida en que se transforma. La traducción es una variedad, una de las múltiples formas de la rotación de los signos”, dice Dorra. En el momento inicial de esa rotación, en el parto del texto primero, la escritura es ya un intento de traducción: ¿se escribe lo que se quiere decir? ¿Son ésas las palabras precisas, y no otras? ¿Existen palabras para decir eso que se quiere decir?
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Como señala Jorge Accame, en la etimología de la palabra “traducir” se encuentra “transportar”, y también, “hacer cruzar” y “vivir”: hacer cruzar la vida a través del tiempo. El traductor aparece como “mediador interlingüe”, siguiendo el concepto de Sergio Viaggio (cuyo apellido está en el centro de esta idea). Un barquero que viaja con el texto en la travesía geográfica y lingüística, aproximándolo al puerto de destino, de orilla a orilla; los textos, como barcos cruzando mares; al timón incierto los traductores, atisbando el compás entre la niebla. Como en todo viaje, el traductor siempre deja algo, algo pierde siempre. Dice Sartre en ¿Qué es la literatura?: “Toda cosa que se nombra ya no es la misma: ha perdido su inocencia.” En el viaje de la traducción, toda palabra se transforma en una palabra extranjera, es decir, extraña.
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Me gusta pensar la traducción como un viaje: cuando se exponen los pasos de la escritura de estas traducciones, se están registrando las vicisitudes de ese recorrido; un cuaderno de bitácora de la traducción, indicando en la carta canales y escolleras, naufragios y balizas, faros y bahías y bajofondos.
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Si una parte de la vida mora en las palabras, traducir es proyectar la vida de unas palabras en otro tiempo, en otro paisaje, en otras palabras. Sucede que eso que está en las palabras, y sobre todo en la palabra poética, se refugia en un puerto tan inaccesible como necesario. En la travesía de esa navegación, que tiene siempre el nombre de derrota, se juega un juego eterno que encuentra viento en la insatisfacción, en la carencia de puerto. “Más que capturar el objeto lo estamos perdiendo siempre, como a todo objeto que se ofrece a nuestro deseo”, dice Susana Romano en Consuelo de lenguaje. Deseo y pérdida, búsqueda y nostalgia: se llega a puerto, pero ya en el muelle el destino parece siempre diferente del buscado. Leo en el mismo libro: “La pena es no toda. Está el camino del deseo que se va poniendo en escena, a medida que buscamos el objeto perdido de antemano.”
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Gastón Sironi / Sobre la traducción.

lunes, octubre 09, 2006

la fecha

9 octubre
(Es la fecha en que blogger me cambia los numeritos de la edad en el perfil.)

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Gracias también a blogger.
De corazón.

sábado, octubre 07, 2006

el nombre de la rosa

"stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus"

lunes, octubre 02, 2006

calle de la fantasma

No sé... pero será posible que sea la única calle que se llame así?, que no exista otra en ninguna parte con igual nombre?

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El verano pasado tropecé con ella, es un decir, de pura casualidad, caminando por el pueblo de La Fresneda, en Teruel, jamás había oído hablar de esta calle, y bueno, me quedé flipando, sobre todo porque se tratase de una fantasma, en femenino, que no sé por qué, pero nunca me había imaginado fantasmas en femenino.
Me acuerdo de una vez en que mi hermano pequeño, cuando tenía cinco o seis años, me preguntó muy serio, preocupado e interesado: "teta, los fantasmas qué tienen debajo de la sábana?" jajaaaa, lo de teta es para mondarse, pero entonces era costumbre llamar teta o tete a los hermanos mayores, y yo le llevo nueve años. La pregunta me hizo llorar de risa... y él con aquella cara de susto tratando de saber qué cosa sería un fantasma, qué habría debajo de la sábana.

domingo, octubre 01, 2006

última luna de septiembre


Anoche busqué la luna: Y así la encontré y la miré dos horas antes de finalizar septiembre.