sábado, febrero 24, 2007

un no sé qué de sueño

Pintura de Mark Rothko
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Existen sensaciones que son sueños, que ocupan como una niebla toda la extensión del espíritu, que no dejan pensar, que no dejan actuar, que no dejan claramente ser. Como si no hubiéramos dormido, sobrevive en nosotros un no sé qué de sueño, y hay un torpor del sol del día calentando la superficie estancada de los sentidos. Es una borrachera de no ser nada, y la voluntad es un balde vaciado en el jardín por un movimiento indolente del pie al pasar.
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Fernando Pessoa / Libro del desasosiego.
Traducción de Perfecto E. Cuadrado.


martes, febrero 20, 2007

poniendo un meme en mi vida


Bueno, bueno… ya veis, aquí me tenéis con un meme, el primero de mi vida, y porque me lo ha pasado Chusbg, que si no a buena hora… pero tratándose de él… me he dicho, venga, padelante con ese meme. Y esto ha salido.
Ahora bien, yo no se lo pasaré a nadie, que soy muy vergonzosilla para estas cosas, pero el que quiera que se lo coja y que haga con el meme lo que guste. Empecemos:

1. ¿Por qué comenzaste a escribir un blog?
Pues así de repente me invitaron a participar en un blog a dúo. Hace menos de dos años. Yo no tenía ni idea, nunca había visitado ninguno, el único que me sonaba de oídas era el de Arcadi Espada. Una buena mañana me encontré con este regalo: un blog abierto, la clave y contraseña para entrar, las indicaciones de manejo más primarias y la invitación a escribir lo que quisiera. La idea fue de una persona que había conocido en un foro sobre arte y con la cual había cruzado unos cuantos mailes. Recuerdo que fue en Blogia, y que su título, si la memoria no me falla, era “Watson antes que Holmes”, con un subtítulo que decía “tanto monta monta tanto Holmes como Watson”. O algo muy parecido a eso. Acordamos en que yo sería Watson y que ella sería Holmes. Nos duró exactamente tres meses, pues diversas circunstancias adversas nos impidieron llegar más lejos, y al cabo de ese tiempo decidimos de mutuo acuerdo eliminar el blog. Esa fue mi primera experiencia con un blog.
Luego abrí el mío, éste en el que escribo, "...y viceversa", porque el gusanillo se me había quedado dentro, y porque por razones de salud necesitaba distraerme, y lo que hacía era leer, y de ahí a pensar en subir los textos que me gustaban no hubo nada más que probar a abrir un nuevo blog, y guardarlos, conservarlos allí. Además, de paso, fui aprendiendo el funcionamiento, subir imágenes, vincular páginas… me estimulaba mucho la novedad de aprender a usar esta herramienta.

2. ¿Sobre qué temas escribes? ¿Por qué?
Cuando empecé, mi idea era la de subir textos, pequeños textos, extraídos de libros, novelas o poesía, y juntarlos en el blog. Textos que me hubieran gustado especialmente. Por qué? Pues por el placer de hacerlo.
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3. Si la gente dejara de leerte y comentar, seguirías escribiendo?
Supongo que sí. Este meme me pilla en un momento en el que no tengo actividad en mi blog, pues lo he ido poco a poco dejando de lado, pero en mi caso, y aunque las personas que han comentado han sido todas sin excepción excelentes, yo me he ido sintiendo con el tiempo como menos libre, como más cohibida, y quizá el hecho de tener lectores, o de saber que los tienes, me ha influido en los derroteros que he ido tomando. Pero bueno, ese es mi problema.

4. ¿Crees que al escribir un blog debe seguirse algún tipo de ética?
Una ética personal, por supuesto. El mismo tipo de ética que uno tiene en cualquier otra parte.

5. ¿Crees que formas parte de una comunidad? ¿Por qué?
Pues sí, sí tengo esa sensación, la de pertenecer a una comunidad de individuos que navegamos por este espacio de la red, en concreto de los blogs, sí. Pero matizo que me siento parte de esa comunidad como individua, como número entero, y no como célula o parte de un cuerpo mayor.

6. ¿Tienes algún grupo cercano de blogueros con el que te podrías poner de acuerdo para lograr algo?
Ponerme de acuerdo… eso no lo sé, pues los blogueros con los que he tenido contacto van a su aire, cosa que me parece estupenda, y hasta la fecha no se ha dado ocasión alguna ni por mi parte ni por la de ellos de ponernos de acuerdo para hacer algo en común. Pero no lo considero descartable.

7. ¿Crees que los blogs van a cambiar/están cambiando algo en la sociedad/mundo político/etc.?
Sí, sí, yo creo que sí. Los blogs son un mundo enorme, están llenos de gente, de personas detrás de ellos, son individuos, y escriben y leen, conversan, se pasan información… y no sólo eso, también ríen, disfrutan, se hacen amigos… se establecen conexiones… hay mucho movimiento. Algo así ha de cambiar las maneras de los políticos para llegar a la gente, ya no es la televisión el medio-herramienta, cada vez hay menos gente parada frente a un televisor, y cada vez hay más gente activa y contactada a través de la red.

8. ¿Qué te gustaría poder hacer dentro de la red para profundizar lo que haces con el blog y por qué? ¿Podcast/videocast, comunidades, wikis, redes sociales,etc.?
De momento no me gustaría hacer nada más.


Bueno, Chusbg, muchas gracias por tu invitación, al final, ya ves, a pesar de mis reticencias, hasta ha sido un placer. Un abrazo.

sábado, febrero 10, 2007

coleccionando principios


Coleccionando principios es un blog recién estrenado que navega viento en popa a toda vela. Aquí os dejo la invitación.

viernes, febrero 09, 2007

tinta fresca

Tinta fresca
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La guerra de Iraq se ha convertido en un tema académico. Se habla de ella con la falta de pasión con la que discutimos sobre la guerra del Peloponeso. Bush y los suyos no cometieron un acto criminal: se equivocaron. ¿Cuándo? In illo tempore. Podríamos decir que se trata de un clásico con víctimas actuales. Me he quedado sin tinta, dice el periodista objetivo a su ayudante. Y el ayudante abre un grifo, conectado directamente con Bagdad, del que sale la sangre en la que moja la punta de su pluma para continuar contándonos esa guerra como el que cuenta la de Troya, que nos cae bien porque, ya lo saben ustedes, se hizo por amor.
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A veces la sangre no sale del grifo suficientemente depurada y aparecen en ella pedazos de hígado, grumos de riñón, o trozos de cuero cabelludo que el periodista objetivo aparta con la punta de la pluma, como el que saca una mosca de la sopa, para poder continuar escribiendo su clásico, o comiéndose su sopa (boba, a todas luces). Mientras cientos de análisis objetivos llegan a las librerías o a las páginas de opinión de los periódicos, cien o doscientos cuerpos revientan diariamente en Iraq, lo que, lejos de actualizar el conflicto, lo hace más clásico, al tiempo de proporcionar más tinta a los escribas. Se trata de un caso único en la historia de la historia, incluso en la historia de la literatura, donde al hablar de clásicos vivos estamos haciendo una hipérbole consciente. Aznar, Bush y Blair son clásicos vivos de esa guerra. No se les procesa porque sería como procesar a Felipe II.
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No hay modo de explicar esta situación tan ventajosa para los agresores como cruel para sus víctimas. Imaginemos que usted es un atracador de bancos actual, aunque sus fechorías, por razones paranormales, son percibidas por el público como antiguas. Usted roba hoy, pero se analiza su caso como si lo hubiera llevado a cabo hace tres siglos. Algo así está ocurriendo con la guerra de Iraq. Sucede ahora, día a día, en este minuto. Antes de que haya puesto el punto final a este artículo habrán muerto 50 personas. Pero sus promotores se han fugado a la Edad Media, desde donde conti­núan insultando a la inteligencia.
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Juan José Millás / Artículo

miércoles, febrero 07, 2007

poesía: el mundo otro

La realidad sensible siempre ha sido para mí una fuente de sorpresas. También de evidencias. En un lejano artículo de 1940 aludí a la poesía como “el testimonio de los sentidos”. Testimonio verídico: sus imágenes son palpables, visibles y audibles. Cierto, la poesía está hecha de palabras enlazadas que despiden reflejos, visos y cambiantes: ¿lo que nos enseña son realidades o espejismos? Rimbaud dijo: Et j’ai vu quelquefois ce que l’homme a cru voir. Fusión de ver y creer. En la conjunción de estas dos palabras está el secreto de la poesía y el de sus testimonios: aquello que nos muestra el poema no lo vemos con nuestros ojos de carne sino con los del espíritu. La poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar la marea del silencio cubriendo un paisaje devastado por el insomnio. El testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este, el mundo otro que es este mundo. Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen oír lo inaudito y ver lo imperceptible. ¿No es esto, por lo demás, lo que ocurre en el sueño y en el encuentro erótico? Lo mismo al soñar que en el acoplamiento, abrazamos fantasmas. Nuestra pareja tiene cuerpo, rostro y nombre pero su realidad real, precisamente en el momento más intenso del abrazo, se dispersa en una cascada de sensaciones que, a su vez, se disipan. Hay una pregunta que se hacen todos los enamorados y en ella se condensa el misterio erótico: ¿quién eres? Pregunta sin respuesta… Los sentidos son y no son de este mundo. Por ellos, la poesía traza un puente entre el ver y el creer. Por ese puente la imaginación cobra cuerpo y los cuerpos se vuelven imágenes.
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Octavio Paz / La llama doble

sábado, febrero 03, 2007

EBRO/ORBE

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Ebro/Orbe. Un anacíclico, precisa el autor. El río contiene, además, el nombre de la península. Algo hay también, pues, de sinécdoque, de atajo para hablar de España, razón y emoción asediada que ha dejado de ser –se duele el escritor- una trama de afectos. Literatura, política, geografía y biografía se reúnen en este libro que da cuenta de un largo viaje. "De la alta gruta donde se desata / hasta los jaspes líquidos, adonde / su orgullo pierde y su memoria esconde", leemos en las Soledades de Góngora. Como el peregrino del poema, naufragante y desterrado, el viajero ha recorrido el Ebro, el que documentan la historia y la cartografía, pero también el río oculto, enterrado, la tubería lo ha llamado. "A mí no me cabe la menor duda –escribió Juan Benet- de que un día –de imposible fijación en el calendario- los españoles celebrarán la noche de fin de año con uvas recogidas en Almería regadas con agua del noreste". Está por ver que se cumpla el vaticinio que el ingeniero y escritor hiciera en 1981. La regulación de las cuencas hidráulicas sigue siendo motivo de solicitud y diferencias. Richard Ford, fino observador que nos visitó mediado el siglo XIX, apuntó –al hablar de Valencia y Murcia- que palabras como rival o rivalidad tienen que ver con el agua, proceden de rivalis, ribereño de un arroyo respecto del propietario del otro lado. En esas seguimos, con las espadas en alto.
De la alta gruta al jaspe líquido ya teníamos noticia. A lo largo del mes de agosto de 2001 Arcadi Espada publicó en el diario El País su viaje río arriba, entre el delta catalán y el nacimiento cántabro. En el cuaderno de ruta quedó aplazada la continuación, el controvertido proyecto de trasvase del Ebro hasta las ocres tierras del sur. Algún anuncio había en aquellas primeras entregas. Uno referido a Benidorm, esa exitosa ciudad tan parecida a una Coca-Cola de litro, apta para toda edad, útil las veinticuatro horas, y que mezcla bien con cualquier brebaje, al decir de José Manuel Iribas, uno de sus más inteligentes defensores. Ahora, el empeño del joven editor José María Albert ha hecho posible que el autor volviera a la carretera. Como un juego de espejos, 31 entregas dan noticia de este nuevo itinerario que doblando la esquina en el delta, desciende por la costa hasta una Almería vista a lo lejos.
El relato tiene un eficaz contrapunto en las fotografías –otra vez la armonía del 31- de Juan Peiró. Entre el ruido y la furia del texto, el cuaderno de imágenes hace las veces de un chill out que sosiega el ánimo y ayuda a ver y también a leer. Con la Silvestre de 6 x 9, una cámara de manejo entretenido y lento, ha recorrido el camino atento a los paisajes donde naturaleza y artificio conviven. Como quiere Julien Gracq que veamos las ciudades, Peiró evita el registro de lo que pueda ser emblema de un lugar ya que propicia una percepción vicaria y perezosa. El fotógrafo es un artista y por tanto tiene manías, como debe ser. Por alguna extraña razón, cuando ya está todo dispuesto para disparar, en el último momento desplaza levemente la cámara y toma la imagen de al lado. Recuerda aquella anécdota del rodaje de Nazarín que ha contado Carlos Fuentes. Estaban en Cuautla y Gabriel Figueroa preparó una escena emplazando la cámara con un maguey en primer término y el volcán Popocatépetl aureolado de nubes al fondo. Luis Buñuel miró el encuadre y se limitó a decir: "Muy bien. Ahora vamos a girar la cámara para fotografiar ese monte pelón con cuatro cabras y dos peñascos". Buñuel abominaba del paisaje edénico y del cielo algodonado. También el fotógrafo, que prefiere la luz cenital, una luz más fácil de conseguir en el mediterráneo, que favorece la indistinción entre cielos y edificios. Otra manía: su reconocida atracción por los lugares feos aunque casi nunca logra que sus fotografías lo sean. Las despobladas imágenes de Peiró provocan nuestra mirada, invitándonos a ver aquello que puede haber de propio en una escena común. Tan sólo una escena está animada. Un paseo de Benidorm. Los urbanistas han observado que los visitantes de la ciudad consumen mucho tiempo en deambular por sus calles.
Volvamos al relato. En algún momento, al dejar atrás Cantabria, el hilo de agua se convierte en un cauce bien adornado por puentes, aunque a fuerza de estar acaba por no verse, admite un propietario en La Rioja. El caudal crece en su curso medio, el de mayor longitud, y el río encuentra en Zaragoza la capital oficial. Ciudad un tanto indiferente en la que, a juicio de José Ramón Marcuello, todo se construye de espaldas al Ebro o bien para ocultarlo. Nadie nada ni navega y para ver pescadores hay que acercarse a Mequinenza, pantano colonizado por el reciente y monstruoso siluro. Aragón es motivo de vigorosas páginas como las dedicadas a Ramón Pignatelli, ilustrado promotor del canal Imperial –vestigio de la quimera de unir el cantábrico y el mediterráneo-, las que dan cuenta del óleo Los placeres del Ebro, de Francisco Marín Bagües, pintor raro, acreedor de una breve mención en el quién es quién de las vanguardias, o las que hablan de Fayón en la triste noche de noviembre de 1967, poco antes de que el pueblo quedara inundado.
Apenas puestos los pies en Cataluña, comienza la batalla del Ebro, otra tubería. La fotografía de la toma de Miravet era una de las pocas alegrías que guardaba el viajero, pero la imagen de los soldados avanzando por el río resulta una impostura de la propaganda republicana. Miravet –el pueblo más bello del Ebro, a juicio del escritor- alienta un momento lírico y camino0 del mar suena Ebro caudaloso, una canción de Schumann. Sant Carles de la Rápita, la bahía de Els Alfacs, la poderosa figura de Sebastián Juan Arbó. Elogio y elegía del delta. Movediza tierra de frontera cuya desaparición sería una pérdida ecológica y sobre todo moral.
Tras la desembocadura comienza -¡ay! El palíndromo- la ruta no natural. No tenemos mapa del grifo y la geología poco puede hacer. El itinerario ha debido trenzarse a golpe de recuerdos, encuentros y lecturas –una excelente, la de Kenneth Tynan sobre Valencia. También ha habido guías, como el geógrafo Joan Romero. La llegada a tierras valencianas es un tanto áspera. El sudoroso compendio hortera de Marina d’Or hace trizas el momento civilizado que alcanza a tener el final catalán, donde Tortosa adquiere calidad de provincia italiana. En Oropesa y Cabanes se levanta esa anunciada ciudad de vacaciones cuya existencia ha lamentado un notable patricio en los salones de la Sociedad Valenciana de Agricultura de Valencia. Realidad alicatada. Horror al vacío. Ruidoso estallido del pantone. La Comunidad valenciana. Aquí no se oye ningún lied. Estamos en algún garito de Castellón y se escucha manele, hip-hop rumano, popular y canalla. Más tarde, en Alicante, una botella de vino hará que suene Verdi.
Por lo demás, el viaje por Valencia está lleno de momentos felices. Donde menos se espera salta la joie de vivre. Un arroz con perlas de cereza, una pastelería de Elda, la risa revoltosa y turbadora de una funcionaria municipal en Carcaixent, o la urgida siesta que un labrador fauno solicita de un adolescente que hace auto-stop a orillas del Júcar. Esto último sucedió hace un tiempo. Ahora ya nadie viaja de ese modo y el labrador de hoy se refugiaría en el anonimato urbano de la sauna. El campo ha menguado a favor de la ciudad. La huerta que rodeaba Valencia ha desaparecido y los antiguos agricultores aguardan la visita del constructor. Las estadísticas hacen de Mislata, cercana a Valencia, la localidad más densamente poblada de España. Allí sigue viviendo el escultor Miquel Navarro cuya obra funde con sobria elegancia la memoria de la acequia y de la chimenea.
La felicidad y la ebriedad están también en las ideas. No hace falta compartirlas para reconocer su punzante oportunidad. La sorpresa de que Valencia no haya dado lugar a un gran libro sobre sus intensos días de capital de la República, acerca de aquel Levante feliz que mereció, entre otras, alguna crónica de Dorothy Fields en The New Yorker. El tono vehemente e intempestivo de la glosa de Nosaltres, els valencians, texto fundacional del nacionalismo. La sugerencia de levantar la condena vanguardista que sigue pesando sobre Joaquín Sorolla y Vicente Blasco Ibáñez, dos modernos, a juicio del autor. El alegre y rico Sorolla –autor del mejor retrato de Blasco- ha perdido frente al más escondido Ignacio Pinazo. En cuanto al escritor, Joan Oleza ya reclamó para él los honores literarios, aunque la desconfianza se mantiene. Se movió mucho –ha escrito Ramiro Reig- y eso no le dejó salir en la foto de los mejores de la clase, pero los lectores le siguen considerando uno de los suyos.
El viajero deja los libros y vuelve al camino. Más al sur, Benidorm es el concurrido dominio del ocupante ocasional, del inquilino. Un modelo antagónico al de Torrevieja, llena de malas calles y aburrida geografía del propietario. En ambos casos, metástasis del ladrillo y de la pluma reticulada que el viajero aplaude y que una noche le provoca la visión de que la masa total del Gran Alacant se desplaza como un iceberg camino del sol. ¿Qué es el paisaje mediterráneo para un electricista de Liverpool? El País valenciano va quedando atrás, el viaje se rinde por tierras de minería y cantes de frontera. La Unión, Cartagena, Murcia, donde Antonio Parra ejerce de autorizado baedeker. Será quien le sugiera el último tramo, la visita a Portmán.
Manual para viajeros, crónica de costumbres, apunte de crítica cultural, repertorio de términos de riego, ensayo histórico, galería de tipos, tratado político con ribetes arbitristas, guía de la buena mesa, debelador de los ídolos de la tribu, Ebro/Orbe es, además de todas esas cosas, un sagaz ejercicio de periodismo atento a los hechos y a las voces reales y diversas con las que el viajero tropieza. Mediado el camino el autor enumera las cosas que ha ido encontrando. Entre ellas no aparece la alegría, confiesa sorprendido. El libro no está exento de tristeza. La palabra melancolía salta a menudo en las páginas, aunque algo menos en las que tratan de Valencia, donde un zumo de naranja y dos tostadas servidas en una soleada terraza ayudan a combatirla. El relato concluye en una bahía estéril convertida en generoso basurero de residuos minerales. Allí dejamos al viajero, sobre la playa, fumando, quieto. Continuará.


Salvador Albiñana / Prólogo de EBRO/ORBE.