miércoles, marzo 22, 2006

Brindando con la copa de vino


La soledad herida
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Cuando estás en el bosque, estás solo. Cuando paseas a pie travesías inútiles, estás solo. Cuando bebes los años como días, estás solo. Cuando vives, estás solo. El tiempo es tu caja para guardar tus cosas: tu vida. Es elástico, a veces corre desvergonzadamente te resulta corto y a veces lento, deseas que pase, despreocupado y absurdo, y sientes la inquietud del aburrimiento. Miro a mi alrededor y me preocupo, no por los demás sino por mí; encerrado en la cápsula de mi tiempo trato de sentirlo tictac a tictac. Un día descubrí que cuando no tienes qué hacer y estás esperando que algo suceda, en vez de desear que el tiempo pase, lo mejor es disfrutar de su espaciosidad, no hacer nada pensando hacia dentro o mirando hacia fuera, sabiendo lo que se piensa o lo que se mira. Años atrás dejé pasar el tiempo, lo perdí, escurridizo entre las manos; todos los jóvenes lo hacen y no hay nada que objetar; en la abundancia se derrocha el caudal y se empieza a ahorrar cuando la bolsa se ve medio vacía. Vuelvo a la soledad. Estamos solos con nuestra propia vida, dejando a un lado compañías felices, complicidades y amistades profundas. En la vida, estamos solos, viviendo solos, caminando solos con nuestra conciencia en diálogo con nosotros mismos; nuestra conciencia reflejo que es la única que nos habla en cualquier momento, que tiene licencia para interrumpir los pensamientos y acceso libre. Que nadie se equivoque, estamos solos y eso es tan cierto como que la sociedad que nos prepara para afrontar el mañana con juicio, pretende cubrir nuestra soledad con preceptos y normas que nos ahorren la decisión individual y por ende peligrosa. Todos quieren ahorrarnos el descubrimiento de la angustia, como si supieran cómo hacerlo. Nacimos, vivimos y morimos en soledad y en su ámbito descubrimos el valor de una o varias compañías. Nuestra soledad no es una tragedia, es una evidencia. ¿Quién puede sentir por nosotros? Sólo aconsejarnos. ¿Quién puede ahorrarnos el dolor? Sólo acariciarnos. ¿Quién puede evitarnos el desconsuelo? Sólo sonreírnos. La mano que nos tiende el amigo y que cogemos ávidos de su tacto es un asidero para amarrar la barca: una anestesia. Pero el dolor y la tormenta siguen su curso, están y son. ¿Quién puede negarlo? ¿Quién puede evitarlos? En un relato cuya lectura hiere, de Camus, un pintor se encierra en un altillo para pintar en soledad y allí pasa los días olvidando a familia y amigos y al fin, de sustentarse con lo esencial; no baja pese a las súplicas de los suyos, no prueba comida ni bebida y acaba expirando. Cuando suben y le encuentran, todo es oscuridad en el espacio y al mirar el lienzo que intentaba cubrir de pintura, una palabra torpemente escrita desde la oscuridad, revela un dilema que no pueden descifrar, ya que no saben leer con claridad si ha escrito "solitaire" o "solidaire". El absurdo de la existencia, que es la imposibilidad de unir destino y vocación, realidad y aspiración, se muestra con una dramática claridad a quien quiere mirarlo frente a frente. El círculo protector no existe más que en una proyección de nosotros mismos. En los más íntimos momentos de compañía, cuando no puedes discernir tu existencia y la del otro, como actos individuales y singulares, late un ápice de soledad que no reconoces: el miedo a perderlo, al desgajarte. Estamos solos porque sentimos lo que sentimos desde nuestra esencialidad y desde nuestra conciencia y eso se puede narrar pero no compartir. Somos uña y carne, pero sentimos la carne nuestra y la uña es el otro, y él lo mismo. Quien dice "nosotros" en su cotidianeidad formando grupo, dice un yo acobardado: ha perdido su singularidad como referencia, ya nunca más será. Cuando eso sucede aparece el miedo a la soledad, olvidando que la soledad es la esencia primera de la existencia. Cuando más usamos el plural como desidentificación de nuestra singularidad, más anestesiamos en vano la soledad. ¿Porque la soledad duele o porque tememos que la soledad nos duela? Cuando llegue el momento de morir les va a doler a los otros que nos aman en su propia soledad; perderán una molécula de su compañía. Nuestra muerte a quien no va a doler es a nosotros salvo en la forma, y esa es breve y física. Lo irónico es que morir, como acto esencial, debería importarnos nada. Que les importe a los demás que van a descubrir un poco más su soledad sin nuestra compañía. En esta soledad confundimos el amar con el querer: lo primero es dar y lo segundo poseer. Lo primero es sentir desde la soledad hacia la solidaridad; lo segundo es ambicionar desde la soledad a la voluntad de tener, a la propiedad. Te quiero equivale a cautivar. Te amo equivale a liberar. Te quiero no resuelve las soledades del alma pero anestesia llenando del objeto deseado la pirámide de la existencia; como los antiguos egipcios atesoramos para el viaje largo y en soledad objetos preciados y necesarios, se supone. El cruce pagano de la laguna Estigia es más sincero y democrático. Uno, en su soledad y desnudez (ligero de equipaje en machadiana expresión), no sabe a quien va a encontrar en la barca de Caronte: asesinos y virtuosos le acompañarán en nueva singladura; muchas veces he pensando en dramatizar ese viaje en un relato y sigo pensando en ello, no se si sabré. Anestesiados como estamos, contra la soledad, no percibimos su realidad que es gozosa. Desde su trágica singularidad percibimos un entorno de amistades, compañías y fraternidades, que motivan nuestra actitud y activan el comportamiento. Buscamos al amigo y al amado (en términos del Cantar de los Cantares) con místico deseo y carnal envoltura. Amigo y amiga, amado y amada y el círculo de la solidaridad, en capas de cebolla de luminosa transparencia. No estamos solos porque están los hijos, no estamos solos porque están los amigos, no estamos solos porque está la pareja, el otro, el complementario, las parejas, los otros, los complementarios... Es tan cierto como descubrir que el miedo a la ausencia de uno de ellos nos va a herir, vulnerables cual somos, hasta la propia médula de nuestra soledad. En la misma medida en que no estamos solos la ausencia de una compañía nos reconvierte de nuevo en solitarios, mermados del otro. ¿Cuanto tiempo ha durado el espejismo de la compañía? Lo cantaba Becaud en una balada, L'absent, que siempre me ha impresionado y considero su mejor poema. Intentaré versionar una traducción parcial:

"Que dura es de llevar
la ausencia del amigo;
aquel que cada noche
volvía a esta mesa.
Ya no volverá más:
la muerte es miserable,
apuñala en el corazón
y te deconstruye.
El dejó dicho un día,
"cuando me haya de ir,
hacia el lejano país
más allá de la tierra,
no lloréis más vosotros,
levantad vuestros vasos
y bebed por, por mi eternidad"

Sigue la canción y es una hermosa lección de filosofía que recomiendo buscar en Emule o en discografías viejas. A mí, con veinte años, me hirió y todavía me acompaña. Al compás de Becaud dulcifiqué soledades juveniles y con Et Maintenant, Le jour de la pluie, Natalie y tantas otras hermosas canciones, besé a quien me besó. "La solitude" fue para mi un manifiesto existencial, con sus cuatro primeros versos repitiendo airadamente "la solitude", ça n'existe pas". Luego descubres que es una canción a la anestesia y un manifiesto de afirmación personal. Sí existe la soledad y es nuestro bien más preciado.
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En la cuarteta 20 de las Robbaiyat, Jayyan escribe:

Aunque sea tu vida feliz junto a tu amada
y disfrutes de todos los placeres del mundo,
lo cierto es que al final te tendrás que marchar:
todo habrá sido un sueño, duró toda la vida.

En la 38:

Sin excepción perdemos a los amigos íntimos,
uno a uno la muerte los cubrió de desprecio;
la fiesta de la vida nos brindó el mismo vino,
ellos se emborracharon algo antes que nosotros.

Y en la 106:

Ya que no es cuanto existe sino viento en la mano,
ya que hay en cuanto existe defectos y fracasos,
supón que cuanto no existe en el mundo, existe,
cree que cuanto existe en el mundo, no existe.

Recomendación: después de leer esta columna, brindar con una copa de vino, a la manera de Jayyan, por nuestra soledad y esperar amena y grata compañía sin olvidar que el sueño duró toda la vida…
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Luis Rivera / La soledad herida.

8 comentarios:

Ana dijo...

Luis dixit, :)
En todo bosque real y animado habita un sabio reflexivo.
Qué bien que estés de vuelta Roma.

Luis Rivera dijo...

Enorme perplejidad. Brindo a la manera de Jayan por tu vuelta. La pintura esquemática me parece una geometria para soledades. Gracias.

Autómata 34 dijo...

Bonita forma de volver....bienvenida


Mil besos

Marcela dijo...

Bienvenida a tu casa, brindemos por la soledad bien llevada y rota por la grata compañía.

Roma dijo...

Bueno... como no paro de cantarla y como es una canción que me enloquece de tanto que me gusta, ahí va, aquí os la dejo.
!!Y gracias mil por vuestras gratas compañías!!

Ma solitude

Pour avoir si souvent dormi
Avec ma solitude
Je m'en suis fait presqu'une amie
Une douce habitude
Ell' ne me quitte pas d'un pas
Fidèle comme une ombre
Elle m'a suivi çà et là
Aux quatre coins du monde
Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude

Quand elle est au creux de mon lit
Elle prend toute la place
Et nous passons de longues nuits
Tous les deux face à face
Je ne sais pas vraiment jusqu'où
Ira cette complice
Faudra-t-il que j'y prenne goût
Ou que je réagisse?
Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude

Par elle, j'ai autant appris
Que j'ai versé de larmes
Si parfois je la répudie
Jamais elle ne désarme
Et si je préfère l'amour
D'une autre courtisane
Elle sera à mon dernier jour
Ma dernière compagne
Non, non, non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude

(Ma solitude /
Letra y música de Georges Moustaki)

Luis Rivera dijo...
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Luis Rivera dijo...

En esa época, Roma, ellos herían nuestra insignificancia y cada día les agradecíamos la copa de sentimiento y libertad. Desde la Piaf hasta Moustaki pasando por Becaud, Aznavour y Bárbara, sin olvidar al viejo Brasens y a Leo Ferré, la cultura (con minúsculas mayestáticas) era una lugar al que acudir para encontrar a los amigos. Barbara empezaba una canción divina de verdad "L'aigle noir" con un tiempo indeterminado que asfixiaba "une nuit, o peut etre autre nuit"... (¿cuando fué, cuando será?). Repito a Simone Signoret: la nostalgia ya no es lo que era. Y fíjate, de la dulzura metekiana (me ha salido el adjetivo inventado) de Moustaki a la irónica algarabía de Becaud: "La solitud, ça n'existe pas..." Porque es profundamente nuestra. Ya se que aunque cualquier tiempo pasado no fué mejor, y lo afirmo, añoro aquellos tiempos de la chanson aunque ocasionalmente y poco a poco.

Anónimo dijo...

Hola. Bonito y complejo texto, seguramente será verdad que al final siempre estamos solos y el resto sólo son anestesias para evitarlo... sin conseguirlo.
Curiosamente se hace una distinción precisa entre dos conceptos, amar y querer, que creo recordar tú formulaste y aquí veo resueltos de una manera convincente. Un beso.