martes, septiembre 05, 2006

(amarillo otoño)

Cada otoño que viene está más cerca del último otoño que tendremos, y lo mismo es verdad para el verano o estío; pero el otoño recuerda, por ser lo que es, el acabamiento de todo, y en el verano o estío es fácil, a fuerza de mirar, que lo olvidemos. No es todavía otoño, no hay todavía en el aire el amarillo de las hojas caídas o la tristeza húmeda del tiempo que va a ser más tarde invierno. Pero hay un resquicio de tristeza anticipada, una pena vestida para el viaje, en el sentimiento con que estamos vagamente atentos a la difusión coloreada de las cosas, al tono diferente del viento, al sosiego más viejo que se arrastra, al caer la noche, por la presencia inevitable del universo.
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Me duele el corazón como si de un cuerpo extraño se tratara. Mi cerebro adormece todo cuanto siento. Sí, es el principio del otoño que trae en el aire hasta mi alma la luz sin sonrisa que va orlando de amarillo muerto la redondez confusa de las pocas nubes de poniente. Sí, es el principio del otoño, y el conocimiento claro, en la hora limpia, de la insuficiencia anónima de todo. El otoño, sí, el otoño, lo que hay o lo que va a haber, y el cansancio anticipado de todos los gestos, la desilusión anticipada de todos los sueños. ¿Qué puedo yo esperar y de qué? Ya, en lo que de mí pienso, voy entre las hojas y el polvo del atrio, en la órbita sin sentido de cosa alguna, haciendo ruido de vida en las losas limpias que un sol angular dora de acabamiento no sé dónde.
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Fernando Pessoa / Libro del desasosiego.
Traducción de Perfecto E. Cuadrado.

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