domingo, enero 22, 2006

De mujer a mujer


Ha sido Celia la que ha descubierto que he pasado la noche aquí. No sé qué habrá pensado al encontrarme en el mismo lugar en el que me dejó cuando terminó de trabajar, pero no ha comentado nada. Me ha ayudado a levantarme —si no llega a ser porque me ha sostenido, no hubiera podido dar un paso—, las piernas no me responden. Estoy aterida. No he sido consciente ni del frío ni de la hora hasta que ella me ha sacado del marasmo. Me dice que le ha costado hacerme reaccionar y que sólo cuando mencionó tu nombre me digné a mirarla y volver de donde quiera que estuviese. Me ha metido en la cama, con la manta eléctrica en la espalda y una botella de agua caliente para los pies. Balbina me ha subido un tazón de leche muy caliente con brandy, que tomo a pequeños sorbos, siguiendo sus indicaciones, mientras Celia me mira, entre preocupada y divertida, y me sonríe sin hablar. Me dice que vas a venir, y me asegura que no fue ella la que llamó, sino tú, para cerciorarte, aunque estabas casi segura, de que me encontrarías aquí. Me he puesto a llorar otra vez. No me ha dejado, incluso le ha pedido a Balbina dos bolsitas tibias de té que insiste en que me ponga en los ojos a ver si me baja un poco la hinchazón, para que no me veas con este aspecto deplorable. El amor es ciego, Marta, me dice, pero no tanto y, sinceramente, tal como estás “metes miedo a un susto”. Y me ha pedido que me duerma, que no me preocupe, que me despertarás tú, en cuanto llegues, que ya sabemos las dos cómo eres, y que te lo tomarás con calma; que aún no has salido de Madrid, así que podré dormir, como mínimo, cinco horas.
Nos hemos equivocado, Celia y yo, aún no han pasado tres horas desde que me abandoné al sueño y ya te oigo subir, de dos en dos, los escalones.

E. V. / Entre las demás mujeres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, ¿quién es E.V.? Maldito amor, que loco nos vuelve... jeje, y aún así, siepre que no lo tenemos lo buscamos. Un saludo.

Roma dijo...

Hola, se me había pasado tu comentario. Pues E. V. es una mujer. Y el texto es el final de un relato, es como un epílogo. El relato es más largo. Subí sólo esa parte final porque me gusta cómo discurre el "tempo" en esas pocas frases que corren casi como subiendo los escalones de dos en dos, precisamente.