“¿Lacan? Ah, sí, Lacan... Aquel psicoanalista aficionado a los retruécanos y a los puros retorcidos... Nunca entendí ni una palabra. Era un tipo raro, ¿no?”, me dijo alguien un día. Pues sí, Lacan era un personaje realmente curioso. Aunque no lo conocí en persona (cuando murió, yo me mustiaba en las aulas del instituto), puedo hacerme cierta idea de él. Mi vinculación indirecta con Lacan (he llevado a cabo un análisis con una persona que a su vez se tumbó en el diván del maestro) me permite quizá combinar la distancia crítica con la admiración por su pensamiento, dos cosas a menudo incompatibles.
Lacan, el conflictivo, se empeñó en reavivar la plaga del psicoanálisis y en dotar de una figura al psicoanalista, que tiende demasiado fácilmente a creerse alguien importante. Desde el principio situó sus enseñanzas bajo la consigna del “retorno a Freud”, pero su pensamiento fue innovador en muchos aspectos. Lacan, sediento de espacios nuevos, intentó ampliar los límites del psicoanálisis con ayuda de la cultura. Sus tomas de posición y el hecho de haber causado dos escisiones en la comunidad analítica francesa explican que sea un personaje molesto. Ahora bien, los más molestos con él son quizá los propios psicoanalistas, perplejos ante la riqueza de sus enseñanzas y desestabilizados por el terremoto que Lacan provocó en una profesión algo rutinaria. Los demás, los curiosos, los hombres (y mujeres) de bien que se pierden un poco entre la complejidad de los conceptos lacanianos, se sienten a pesar de todo intrigados por este pensador alejado de toda norma, inclasificable e interesado por múltiples disciplinas.
Por desgracia, el inmenso saber que Lacan desarrolló en el ámbito del psicoanálisis, y que se expresa en forma de una doctrina calificada de “difícil”, está en vías de perderse definitivamente para el gran público, no tanto por la innegable oscuridad de su pensamiento como por la creciente sacralización que rodea los textos de Lacan y la jerigonza que oscurece sus puntos fuertes. Hablar de psicoanálisis con palabras cotidianas constituye todo un desafío cuando los “embrujados por el psicoanálisis”, como los llama el psicoanalista Serge Leclaire, viven en un mundo mágico y se expresan en un idioma que sólo ellos entienden. Del mismo modo que la guerra es algo demasiado serio para dejarlo en manos de militares, ¿no es el psicoanálisis algo demasiado importante para abandonarlo en manos de los psicoanalistas?
Ha llegado el momento de reaccionar. Algunas obras de las llamadas “divulgativas” (palabra que en ocasiones transmite cierto matiz condescendiente) han tratado de acercar a Lacan al gran público. Nosotros seguiremos la misma vía. Nos dirigiremos a los lectores situados más allá de las fronteras de la universidad y de los grupos de psicoanalistas y trataremos de presentar con sencillez algunos elementos básicos de la doctrina de Lacan, con el objetivo de que algunos de estos lectores se animen a acercarse a ella más directamente. Sin embargo, nuestra intención no es explicar la obra de Lacan (tarea colosal: los comentaristas le dedicarán esfuerzos durante una o dos generaciones como mínimo) y tampoco recorrerla en su totalidad.
Después de una breve introducción a Lacan, presentamos algunos “personajes” tomados de su obra, esbozando sus retratos en forma de instantánea. En Lacan encontramos figuras muy pintorescas (el loco, la histérica, el héroe, el místico, el santo, el parásito, el rico...) y procedentes de universos muy distintos: el del psicoanálisis, por supuesto, pero también el de la cultura, la historia o la vida cotidiana. Y ya que estamos haciendo un inventario al estilo de Prévert, citemos también a Don Juan, Antígona, la madre... Algunos de estos personajes tienen una aparición breve, pero otros interpretan un papel más sustancial y llegan a actuar en los bises, imponiendo su presencia de forma duradera.
Este carnaval de personajes, sin embargo, es demasiado abigarrado para que nos lo tomemos en serio: de hecho, el objetivo primordial de nuestras “mitologías lacanianas” es divertir. El lenguaje empleado en estas viñetas ha dejado la jerigonza en el guardarropa y pretende ser tan claro y exento de afectación como sea posible, y los conceptos lacanianos se reformulan y explican a la luz de la sociedad actual, con un humor voluntariamente ligero. Recurriendo a un estilo directo que contrasta con el tono habitualmente solemne de la literatura analítica, se plantean varias cuestiones esenciales para el hombre o la mujer que se tumban en el diván, pero también para el propio psicoanálisis. Algunas de las más cruciales son las siguientes: ¿Qué es un analista? ¿Qué se puede esperar de una cura analítica? ¿Por qué no hay relación sexual? ¿Por qué todos somos enfermos? ¿Qué es ser una mujer? ¿Qué significa cumplir el propio deseo?
Intentaremos explicarlo con gracia, porque, como dice el propio Lacan: “Cuanto más divertido es un psicoanálisis, más auténtico es”. Y ya que citamos los escritos, precisemos que al final el lector encontrará una lista de fuentes bibliográficas relacionadas con el tema o los temas considerados, sin pretensión de exhaustividad.
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Corinne Maier / Preocuparse es divertido.
Lacan, el conflictivo, se empeñó en reavivar la plaga del psicoanálisis y en dotar de una figura al psicoanalista, que tiende demasiado fácilmente a creerse alguien importante. Desde el principio situó sus enseñanzas bajo la consigna del “retorno a Freud”, pero su pensamiento fue innovador en muchos aspectos. Lacan, sediento de espacios nuevos, intentó ampliar los límites del psicoanálisis con ayuda de la cultura. Sus tomas de posición y el hecho de haber causado dos escisiones en la comunidad analítica francesa explican que sea un personaje molesto. Ahora bien, los más molestos con él son quizá los propios psicoanalistas, perplejos ante la riqueza de sus enseñanzas y desestabilizados por el terremoto que Lacan provocó en una profesión algo rutinaria. Los demás, los curiosos, los hombres (y mujeres) de bien que se pierden un poco entre la complejidad de los conceptos lacanianos, se sienten a pesar de todo intrigados por este pensador alejado de toda norma, inclasificable e interesado por múltiples disciplinas.
Por desgracia, el inmenso saber que Lacan desarrolló en el ámbito del psicoanálisis, y que se expresa en forma de una doctrina calificada de “difícil”, está en vías de perderse definitivamente para el gran público, no tanto por la innegable oscuridad de su pensamiento como por la creciente sacralización que rodea los textos de Lacan y la jerigonza que oscurece sus puntos fuertes. Hablar de psicoanálisis con palabras cotidianas constituye todo un desafío cuando los “embrujados por el psicoanálisis”, como los llama el psicoanalista Serge Leclaire, viven en un mundo mágico y se expresan en un idioma que sólo ellos entienden. Del mismo modo que la guerra es algo demasiado serio para dejarlo en manos de militares, ¿no es el psicoanálisis algo demasiado importante para abandonarlo en manos de los psicoanalistas?
Ha llegado el momento de reaccionar. Algunas obras de las llamadas “divulgativas” (palabra que en ocasiones transmite cierto matiz condescendiente) han tratado de acercar a Lacan al gran público. Nosotros seguiremos la misma vía. Nos dirigiremos a los lectores situados más allá de las fronteras de la universidad y de los grupos de psicoanalistas y trataremos de presentar con sencillez algunos elementos básicos de la doctrina de Lacan, con el objetivo de que algunos de estos lectores se animen a acercarse a ella más directamente. Sin embargo, nuestra intención no es explicar la obra de Lacan (tarea colosal: los comentaristas le dedicarán esfuerzos durante una o dos generaciones como mínimo) y tampoco recorrerla en su totalidad.
Después de una breve introducción a Lacan, presentamos algunos “personajes” tomados de su obra, esbozando sus retratos en forma de instantánea. En Lacan encontramos figuras muy pintorescas (el loco, la histérica, el héroe, el místico, el santo, el parásito, el rico...) y procedentes de universos muy distintos: el del psicoanálisis, por supuesto, pero también el de la cultura, la historia o la vida cotidiana. Y ya que estamos haciendo un inventario al estilo de Prévert, citemos también a Don Juan, Antígona, la madre... Algunos de estos personajes tienen una aparición breve, pero otros interpretan un papel más sustancial y llegan a actuar en los bises, imponiendo su presencia de forma duradera.
Este carnaval de personajes, sin embargo, es demasiado abigarrado para que nos lo tomemos en serio: de hecho, el objetivo primordial de nuestras “mitologías lacanianas” es divertir. El lenguaje empleado en estas viñetas ha dejado la jerigonza en el guardarropa y pretende ser tan claro y exento de afectación como sea posible, y los conceptos lacanianos se reformulan y explican a la luz de la sociedad actual, con un humor voluntariamente ligero. Recurriendo a un estilo directo que contrasta con el tono habitualmente solemne de la literatura analítica, se plantean varias cuestiones esenciales para el hombre o la mujer que se tumban en el diván, pero también para el propio psicoanálisis. Algunas de las más cruciales son las siguientes: ¿Qué es un analista? ¿Qué se puede esperar de una cura analítica? ¿Por qué no hay relación sexual? ¿Por qué todos somos enfermos? ¿Qué es ser una mujer? ¿Qué significa cumplir el propio deseo?
Intentaremos explicarlo con gracia, porque, como dice el propio Lacan: “Cuanto más divertido es un psicoanálisis, más auténtico es”. Y ya que citamos los escritos, precisemos que al final el lector encontrará una lista de fuentes bibliográficas relacionadas con el tema o los temas considerados, sin pretensión de exhaustividad.
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Corinne Maier / Preocuparse es divertido.
Traductora: Zoraida de Torres Burgos.
1 comentario:
Es muy interesante el libro
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