domingo, febrero 19, 2006

Sombras


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¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra nos abandona de vez en cuando?
Hemos abierto las ventanas de siempre. Hemos encendido las mismas lámparas. Hemos subido las escaleras de cada noche, y sin embargo han pasado las horas, las semanas enteras, sin que notemos su presencia.
Una tarde, al atravesar una plaza, nos sentamos en algún banco. Sobre las piedritas del camino describimos, con el regatón de nuestro paraguas, la mitad de una circunferencia. ¿Pensamos en alguien que está ausente? ¿Buscamos, en nuestra memoria, un recuerdo perdido? En todo caso, nuestra atención se encuentra en todas partes y en ninguna, hasta que de repente advertimos un estremecimiento a nuestros pies, y al averiguar de qué proviene, nos encontramos con nuestra sombra.
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado cuenta de su existencia? ¿La habremos extraviado al doblar una esquina, al atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos abandonó, para olfatear todas las otras sombras de la calle?
La ternura que nos infunde su presencia es demasiado grande para que nos preocupe la contestación a esas preguntas.
Quisiéramos acariciarla como a un perro, quisiéramos cargarla para que durmiera en nuestros brazos, y es tal la satisfacción de que nos acompañe al regresar a nuestra casa, que todas las preocupaciones que tomamos con ella nos parecen insuficientes.
Antes de atravesar las bocacalles esperamos que no circule ninguna clase de vehículo. En vez de subir las escaleras, tomamos el ascensor, para impedir que los escalones le fracturen el espinazo. Al circular de un cuarto a otro, evitamos que se lastime en las aristas de los muebles, y cuando llega la hora de acostarnos, la cubrimos como si fuese una mujer, para sentirla bien cerca de nosotros, para que duerma toda la noche a nuestro lado.

Oliverio Girondo / Espantapájaros.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno. ¿Trata de la sombra o de algo bueno que tenemos y que ignoramos?

Anónimo dijo...

Yo creo que utiliza la sombra como metáfora para acercarse a la consciencia de uno mismo.
Que trata de ese desapego u olvido con el que a veces nos vivimos.

Roma dijo...

Hola
Sí, yo también creo que trata de la sombra como metáfora del cuerpo que la produce y de la toma de conciencia de uno mismo.
Ahora que también pienso que podría interpretarse perfectamente como elemento plástico, como algo independiente del cuerpo que la produce o genera, como algo no igual a uno mismo: me encanta imaginar la delicadeza de no querer quebrarla subiendo por las escaleras (fracturarle el espinazo) o lastimarla con las aristas de los muebles...

Luis Rivera dijo...

Los antiguos egipcios consideraban a la sombra como parte de la identidad de uno mismo (el nombre, el cuerpo y la sombra), elemento indisoluble del yo. Su culto al sol llevaba añadido el elogio de la luz, quien conoce Egipto lo comprende perfectamente, y dentro del ámbito de la luz la sombra es siempre un elemento natural, unido a uno, bailando alrededor, permanenciendo fiel y constantemente junto a uno. No acompaña, es. No está, es, soy. Todo ello es realidad y metáfora. La lectura es la misma.